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El carácter de los presidentes

"Los debates son a las campañas lo que los tratados a las guerras. Suelen ratificar lo que se ha ganado en el campo de batalla", afirma Sam Popkin, experto en sondeos para el candidato Bill Clinton. En los meses previos a la confrontación televisiva cara a cara, José María Aznar ha protagonizado un ascenso en flecha hasta empatar con los socialistas, primero, y avanzar codo a codo, después. La lucha por captar un electorado tan participativo como indeciso ha creado la ilusión de que los debates de televisión, desconocidos en este país, son la llave para desbloquear la situación. Si González quiere ganar las elecciones, se dice, tendrá que propinar una paliza a Aznar, es decir, lograr ante las cámaras aquello que no ha conseguido aún en las calles. Y aunque no existen antecedentes de este tipo de debates en España, la realidad es que rara vez ha habido en otros países victorias por knockout.González seguirá la estrategia de los tories ingleses en las últimas elecciones. Se trata de la dificil tarea, pero no imposible, a juzgar por lo que ocurrió en el Reino Unido, de convertir un referéndum sobre sus cuatro últimos años de gobierno -corrupción, recesión, paro- en un balance de la gestión socialista de la década -expansión, creación de empleo, protección social- para presentar, enseguida, su nueva oferta.

El narcisismo, psicológicamente hablando, será el protagonista en la recta final de la campana. González ha importado de las elecciones americanas una idea que George Bush utilizó en vano para difamar a Clinton: el carácter de un presidente es fundamental a la hora de tomar la decisión del voto y más aún en tiempos de crisis. Sería injusto acusar a González de emular a Bush. Desde los lejanos días de.1982, el presidente del Gobierno ha intentado elevarse por encima de los partidos y los estamentos sociales para ejercitar su labor de arbitraje. La personalización absoluta de la campaña socialista actual en torno a su figura pretende superar el desgaste del partido, cierto. Pero no lo es menos que se inscribe en la progresiva independencia de su actividad como presidente.

La cuestión del carácter ha sido un arma de González contra Aznar, a quien acusa de ser un robot. Pero Aznar, que ya ha mantenido debates en el Congreso con González, no parece dispuesto a asumir riesgos. Sabe que los electores tienden a juzgar un candidato por aquello que acaba de hacer y, por tanto, suplirá su problema de carácter con un toque de atención permanente sobre la corrupción, la economía y el futuro. Su esfuerzo de carácter consistirá en sonar firme, seguro y directo, sin competir en actuación con el presidente.

La apuesta por la cuestión del carácter es todo un órdago de González a los electores. El candidato que aspira a un cuarto mandato confía en que el público, que conoce sus errores y aciertos, le perdonará unos en la esperanza de obtener los otros. Ese público, al hablar sobre el carácter, debería pedir un presidente que no mienta y que cumpla sus promesas. Un presidente que haga una reverencia al discurso político como método para acercarnos a la realidad en lugar de alejarnos de ella.

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