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Preguntas con el whisky en la mano

Un beodo increpó a Aznar en un bar donostiarra

José María Aznar fue sometido en San Sebastián a un riguroso examen político por un espontáneo, empeñado en hablar de autodeterminación, de Euskadi y de los presos de ETA. En principio, parecía un abertzale, pero resultó un beodo.El candidato de los populares, tras abrir la campaña de su partido, fue dando un paseo hasta el bar nocturno Museo del Whisky, en el Bulevar donostiarra. Allí charlaba con algunos informadores que siguen su campaña, sin beber nada pero fumando un puro, cuando un hombre de mediana edad, bajo y fuerte, se acercó, vaso de líquido escocés en ristre, y entabló el siguiente diálogo.

-¿Usted es partidario del derecho de autoderminación de los pueblos del Estado español?

-¿Partidario de qué?, preguntó Aznar.

-Que si es partidario del derecho- de autodeterminación.

-¡Ah! No.

-No... ¿Y cómo le suena la palabra Euskadi?

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-Bien, me suena muy bien.

Gesto de desconcierto del interrogador y nueva pregunta: "Si gobernara, ¿usted cree que podría solucionar el problema de Euskadi?

Aznar se va por la calle de enmedio y contesta en plural. "Podré solucionar algunos problemas de Euskadi, y otros quizá no".

El hombre quiere saber más cosas y se extiende en una confusa exposición sobre "el problema a nivel carcelario". Los acompañantes del presidente del PP reaccionan y presionan al moscón para que se aleje.

Antes de hacerlo, el incógnito votante lanza la mano por delante y le pregunta al líder del PP si se la estrecharía. Aznar se incorpora y lo hace con una sonrisa. Pero el espontáneo debía de esperar otra cosa, porque después de dar las gracias una y otra vez, nervioso, cambia de tono, le llama a su interlocutor "impresentable" y advierte que si él votara "en el Estado español" lo haría por Suárez -"ése sí era un político"- o por Felipe González.

Después, cuando Aznar salía ya del local, el beodo le increpó desde la barra. La escena termina cuando Aznar, los periodistas y la escolta abandonaban el Museo del Whisky. Dos señoras que contemplaban con arrobo cada gesto Aznar salieron en su defensa. Una llamó al provocador "borracho"; y la otra, más agresiva, "mamón".

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