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FERIA DE SAN ISIDRO

Que si quieres inválidos

Salieron cuatro sobreros, en sustitución de un toro que se lastimó una pata y de tres inválidos. Los sobreros estaban igual de inválidos. Y las dos miniaturas que se lidiaron de la ganadería titular. ¿Que si quieres arroz, Catalina? ¿Que si quieres inválidos? Bueno, depende. La afición no quiere inválidos, eso nunca; antes morir que perder el chaleco y la cruzada contra contra la bóvida invalidez, fruto granado del incorregible fraude taurino. Pero está por ver que eso importe a nadie. La afición exige demasiado, y para que se entere de lo que vale un peine, va quien le ha de servir los toros en su estricta integridad y se los saca inválidos. inválidos hasta en la sopa. Inválidos hasta el hartazgo. Inválidos aunque haya que ir a comprarlos al Rastro.La corrida duró cerca de tres horas, por mor de los inválidos, que no paraban de salir cojimulos y muermitrancos. Allí no había esperanza alguna de que saliera un toro sano. Estando Espartaco presente era absolutamente imposible. Ya podía vocear la afición, dar palmas de tango, ponerse de pie o en decúbito; ya podía sacar pañuelos verdes el presidente llamado señor Lamarca, que actuó con equilibrada seriedad; ya podía el mayoral revolver los corrales buscando sobreros, que cuanto saliera tendría que estar indefectiblemente inválido.

Bayones / Espartaco, Litri, Espartaco Chico

Dos toros de Los Bayones (dos fueron rechazados en el reconocimiento y dos devueltos por inválidos), sin trapío: lo con poder y casta, 6º inválido. Tres sobreros (2º, 3º y 4º) de Puerto de San Lorenzo (uno de ellos en sustitución de otro de la misma ganadería, devuelto inválido), discretos de presencia, inválidos y nobles. 5º, sobrero de Cernuño, bien presentado, inválido y pastueño, en sustitución de uno de Puerto de San Lorenzo devuelto al inutilizarse una pata.Espartaco: pinchazo hondo, pinchazo y estocada caída (silencio); pinchazo y estocada caída (escasa petición y vuelta con protestas). Litri: pinchazo hondo, rueda de peones, estocada trasera atravesada y descabello (silencio); estocada (oreja). Espartaco Chico, que confirmó la alternativa: estocada trasera (palmas); pinchazo y estocada baja (silencio). Plaza de Las Ventas, 21 de mayo. 14ª corrida de feria. Lleno.

No sólo inválido. Sin trapío y astigordo también. Hubo un momento en que a los aficionados ya les daba igual toro que tora. La afición tiene un límite y no se iban a pasar la noche en la plaza. Por añadidura, al resto del público le traían sin cuidado invalideces, trapíos y cornamentas. Al resto del público lo que de verdad le importaba era ver una oreja. La oreja de toro debe de ejercer una extraña fascinación en este público aplaudidor, cuando es capaz de armar un escándalo, sólo para verla. No se entiende muy bien: uno mira detenidamente la oreja de un toro y no la encuentra especial atractivo; además, es peluda. Pero allá los gustos de cada cual, que son libres y no están sujetos a normas.

Pidieron con clamor la oreja peluda para Litri, después de que este joven coletudo hiciera una larguísima faena en colaboración con un torito pastueño. La concluyó pegando molinetes de rodillas, manoletinas mirando al tendido, un desplante a cuerpo limpio... Ahora bien; antes de semejante alboroto -comentaba asombrado el público orejista y aplaudidor- había instrumentado varias tandas de naturales sin que el toro le tropezara la muleta, lo cual había ocurrido en su inválido anterior. Que un toro no le tropiece la muleta a un torero constituye, al parecer, el más fastuoso acontecimiento que conocieron los siglos desde la toma de Constantinopla.

Espartaco, que no consiguió embarcar un toro manejable de poco recorrido, a otro boyante le ligó dos tandas de redondos con relajada prestancia, intercaló unos naturales destemplados, volvió a los derechazos ya sin el reposo anterior e instrumentó trincherillas de diverso ajuste. También le pidió la oreja el público aplaudidor, pero con menos entusiasmo, y para su desgracia, se quedó sin verla.

Faenas de similar fuste, incluso mejores, se producen a puñados durante toda la temporada en Las Ventas, y nadie pide orejas por eso. La afición se pone a cabilar y medir -que si el pico, que si la distancia, que si el temple, que si cargar la suerte- y concluyen bajo la general indiferencia. Claro que falta en esos casos el público orejista y aplaudidor, cuyo interés por la fiesta de los toros le dura exactamente 27 tardes de mayo florido.

Espartaco Chico muleteó muy voluntarioso al toro de su alternativa, único problemático de la corrida precisamente por su casta, que podía cogerle, y le cogió, pegándole un volteretón tremendo. Al sexto lo muleteó sin orden ni concierto. Seguramente le desarbolaron los nervios y se sentía empequeñecido, al lado de su hermano famoso, rey del poderío, y del popular Litri, fenómeno de la naturaleza. Sin embargo, alguien debería tranquilizarle diciéndole que, si bien se mira, no es para tanto. Cuando lo que se dilucida es pegarles pases a unos toros sin trapío, despitorrados e inválidos, todo el escalafón, desde el número uno hasta el último toricantano, se pueden llamar de tu. Y si lo que hay en la plaza para juzgarlos es un público candoroso que sólo quiere ver orejas, de tururú.

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