Una solución
La guerra balcánica sólo llegará a su fin si la comunidad internacional es capaz de forzar la autorregulación del conflicto. El plan aquí propuesto, apoyado por una amenaza aérea creíble, incluye la retirada de los cascos azules, el despliegue de observadores, el desarme equilibrado de las tres partes, el castigo de los genocidas y la definición de fronteras étnicamente estables y políticamente aceptables.
La comunidad internacional ha llegado por fin al acuerdo de que el conflicto balcánico exige una solución que conlleve incluso el uso de la fuerza. Empezar a aclarar este punto es esencial.Las acciones bélicas durante el último año han sido alimentadas fundamentalmente por Belgrado con el objetivo de crear la Gran Serbia siguiendo dos directrices: a) homogeneizar la conexión territorial entre las diversas áreas serbias externas en Bosnia y en Croacia; b) consolidar el imperio interno serbio buscando incluso el reconocimiento de hecho de una nueva Federación Yugoslava que mantuviera el dominio de los territorios residuales de otras etnias.
Fracaso parcial
Este diseño implicaba tanto la indiferencia de la comunidad internacional como una forma de guerra terrorista que provocara el abandono parcial de la población croata y musulmana de los territorios útiles para la construcción panserbia.
Ahora este diseño ha fracasado parcialmente una vez que la presión de la comunidad internacional ha hecho entender a Belgrado que a este paso no sólo perdería la posibilidad de construir la Gran Serbia, sino incluso la de mantener la pequeña Yugoslavia como imperio interno serbio de hecho.
A lo largo de las últimas semanas Belgrado ha intentado desesperadamente congelar la guerra en Bosnia, incluso entrando en conflicto político abierto con sus hermanos serbios bosnios y de la Krajina serbia en territorio croata. Sin embargo, esta maniobra no es sino la persecución del objetivo panserbio inicial con medios más lentos y negociados (con los croatas existe una congelación de hecho del conflicto bilateral y un probable acuerdo para repartirse Bosnia).
Actualmente, los planes para atajar el conflicto no parecen ser ni satisfactorios ni claros, y probablemente la comunidad internacional deberá desarrollar un nuevo esquema global de soluciones sobre el cual modular el eventual uso de la fuerza. Entre aquellos posibles desde un punto de vista hipotético-teórico, el aquí expuesto, articulado en tres fases, podría ser el preferible.
1. Congelación de la guerra y restauración de la legalidad. El objetivo de esta fase es bloquear la actividad militar en toda la zona, es decir, en Bosnia y en los confines entre Serbia-Montenegro y Croacia.
Para Bosnia, el plan Vance-Owen (construcción de zonas étnicamente homogéneas) debe aplicarse cuanto antes porque es imposible elaborar otro mejor en pocas semanas. Eso sí, convendría que fuera corregido en muchos de sus aspectos. En primer lugar, el equilibro entre las diversas zonas no debe implicar una guarnición terrestre de fuerzas multinacionales de la ONU a fin de evitar todo tipo de trampas. Por ello, aquellas actualmente desplegadas deben ser retiradas y sustituidas por pequeños núcleos de simples observadores del régimen de tregua.
Para que esto sea posible, evidentemente, debe implantarse un plan paralelo de control de los armamentos que arrebate a serbios y croatas los medios técnicos para lanzar ofensivas y permita a los musulmanes defenderse. Se trata de garantizar medios de defensa defensiva a las tres partes a fin de que puedan disuadir un ataque, pero no lanzarlo. Este plan de armamento equilibrado debe extenderse asimismo, en forma de retroceso, a Belgrado y Zagreb en los frentes en los que entran en contacto directo.
Obviamente, la aplicación de este plan debe ser impuesta por la comunidad internacional mediante presiones militares. Estas presiones deben basarse principalmente en la movilización de medios aéreos capaces de destruir selectivamente (como en el caso iraquí) aquellos armamentos que sobrepasen la cuota prevista.
En síntesis, se trata de desarmar parcialmente a las partes en todos los frentes activando una amenaza aérea creíble, excluyendo en todos los casos el envío de tropas terrestres. Obviamente, este tipo de acciones tecnológicamente avanzadas sólo pueden ser ejecutadas por la OTAN.
En esta fase, asimismo, se debe exigir a todas las partes la entrega de los criminales de guerra identificados por los organismos internacionales para que sean juzgados por un tribunal internacional. El incumplimiento de este requisito conllevará sanciones y retorsiones militares,
No se puede abrir negociación alguna sin castigar previamente a los responsables de acciones genocidas. La restauración de la legalidad en estos términos es el factor crítico fundamental de la iniciativa, hasta el punto de justificar acciones de guerra masivas contra las partes reacias.
2. Simplificación. Alcanzada la congelación bélica y lograda la restauración de la legalidad, se necesita simplificar el escenario del conflicto. Ello puede conseguirse responsabilizando tanto a Zagreb como a Belgrado, en cuanto Estados formales, de sus respectivos contingentes armados en Bosnia. Ello implica de hecho la desmembración de Bosnia y su reducción, en cuanto Estado formal, a los enclaves musulmanes.
Por un lado, esta solución tiende a favorecer a Serbia porque en cierto modo viene a legitimar su posesión territorial de parte de Bosnia. Por otra, permite ejercer presiones disuasorias sobre Belgrado para que controle por línea interna el desarme equilibrado en dichos territorios,
Es políticamente más fácil obligar a un Estado formal a que entre en razón que no a las milicias informales en tanto que el primero es más vulnerable a las sanciones. Lo mismo puede decirse sobre Croacia. De hecho, Bosnia ya no existe, y es más realista reconocer su desmembramiento a cambio de mayores garantías para la patria musulmana (aunque sería más tutelable y controlable si se la dotase de un estatuto de Estado formal).
3. Estabilización. La tercera fase afecta a la arquitectura de las naciones de la antigua Yugoslavia. Entre Serbia y Croacia se trata de definir las fronteras étnicamente estables y políticamente aceptables.
La formación de una Serbia demasiado extensa no es políticamente de recibo, a pesar de entrar dentro de lo razonable permitir a la etnia serbia vivir bajo una misma bandera. Por tanto, la unificación formal de los serbios debe verse compensada, utilizando idéntico principio de homogeneidad étnica, con su disponibilidad de otorgar un estatuto de autonomía completa a Montenegro (donde únicamente las élites, y cada vez menos, están a favor de los serbios), Kosovo (90% de albaneses) y Voivodina (donde se concentra la minoría húngara), así como reconocer la independencia de Macedonia.
Tutela internacional
Las nuevas entidades autónomas deben ser colocadas bajo tutela internacional durante un periodo de 10 años antes de definir su configuración definitiva.
Croacia debe renunciar a los territorios habitados mayoritariamente por serbios (Krajina es parte de Eslavonia) y puede incorporar a los croatas de Bosnia (Herzegovina occidental y otros). Y debe aceptar, asimismo, la formación a lo largo de costa adriática de ciudades internacionales (bajo tutela de ONU) para mantener abierto el acceso al mar desde el interior de la península balcánica. Por último, debe aceptar un estatuto de autonomía para la minoría italiana de Istria.
La materialización de tal escenario haría posible conseguir: a) la formación de una Serbia reducida y una Croacia mediana, ambas armadas para defenderse pero no para atacar; b) una Bosnia musulmana bajo Ia tutela de la ONU; c) la protección internacional directa de las subregiones étnicas de la zona.
Para alcanzar este objetivo no es necesario ni útil pensar en una ocupación militar del territorio. Basta con movilizar un potencial de castigo (principalmente aéreo) capaz de provocar un daño selectivo por cada violación que se interponga en el curso negociador hacia el desarme relativo y la estabilización de la zona y por tanto, forzar a distancia la autorregulación por parte de los sujetos del conflicto.
Cardo Pelanda es profesor de Escenarios Estratégicos en la Universidad LUISS de Roma.
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