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Dialécticas

¿CUÁLES SON LOS TÉRMINOS EN QUE LOS diferentes partidos políticos plantean la inminente opción electoral?El PSOE propone la alternativa clásica entre izquierda y derecha y pretende, a la vez, movilizar aquélla y capitalizar la aversión e incluso el temor que pueda suscitar ésta. Se trata de una dialéctica clásica, tan conservadora que podría resultar rancia; baste, por ejemplo, atender a los últimos discursos del vicesecretario Guerra, de sus referencias al hambre campesina o a la confesionalidad. Consciente o inconscientemente, se reitera así el modelo de las últimas elecciones francesas, supongo que con intención de invertir los resultados. ¿El mito de la izquierda sigue vigente en España? Confío en que no, pero cultivarlo no me parece la vía más segura hacia la cacareada modernidad. La eficacia no puede ser sustituida con la retórica.

El Partido Popular comenzó proponiendo una alternativa diferente entre cambio y continuidad. Lo que los socialistas llamaban derecha no sería tal, sino la novedad, mientras que lo que se autoproponía como izquierda no era sino la continuidad. Más de lo mismo, incluso en términos generacionales.

La dialéctica así incoada era novedosa y prometedora, aunque un tanto vacía. Aparte de propugnar el cambio hace falta precisar qué, cómo y para qué se va a cambiar.

Se trataba, sin duda, de seguir el modelo norteamericano de 1992, ofreciendo la renovación en los protagonistas y en el estilo, si bien los cien primeros días de Clinton no son, por sí mismos, un aliciente para cambiar.

Sin embargo, en una tercera fase -último discurso de Pamplona-, el Partido Popular ha esbozado una tercera dimensión de la alternativa: todos contra el Gobierno, y el presidente popular ha declarado su respeto por quienes, desde Izquierda Unida al nacionalismo, se enfrenten con el PSOE. Se trata de una apuesta radical y, sin duda, peligrosa para todos, y desde luego para el propio Partido Popular, porque la guerra total es siempre peligrosa. Y además erosiona el sentido positivo del propio mensaje.

Si se obvia esta última variante, los principales contendientes tratan de forzar la opción entre ellos mismos, y la dialéctica del señor Calcerrada tal vez no sea el más eficaz de los paliativos. La invocación del voto útil es ya, y será más, una consigna del PSOE y del PP. Y la utilidad del voto se argumentará no sólo aritméticamente, citando a D'Hont, sino ponderando la maldad del adversario.

Ahora bien, tal radicalización puede tener dos efectos. Uno, el buscado. Movilizar a todos los votantes de una y otra España, rebañar la última papeleta a lo largo de todo el espectro político, incluidos ambos extremos, con la consiguiente desaparición de las opciones intermedias, a excepción, claro está, de los ineludibles nacionalismos históricos.

Pero también puede tener otra consecuencia, la no querida. La consistente en que los errores del Gobierno y la crítica de los populares aparten votos del socialismo que el propio radicalismo de la alternativa le impediría atraer e impulsaría a los muchos dudosos hacia una tercera vía. Los principales beneficiarios serían, si se confirma la alta participación de los electores, los regionalismos allá donde los hubiere, que, por cierto, es en muchos sitios. De las dos Españas pasaríamos así a las muchas más.

Miguel Herrero de Miñón es miembro de la Real Academia de las Ciencias Morales y Políticas.

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