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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Mentira

EN SUS 17 años de existencia, este periódico ha publicado dos editoriales bajo este titular: Mentira. El primero, a mediados de 1988, estuvo dedicado a la intoxicación de que fuimos objeto por parte de un conocido Financiero y a la manipulación que intentó hacer de este diario. El segundo -éste- tiene como protagonista a un profesional de la política. El coordinador general de Izquierda Unida (IU), Julio Anguita, consiguió salir ayer en la primera página de varios periódicos y acaparar los mejores espacios de algunas tertulias de radio. No por sus propuestas electorales -programa, programa, programa-, sino por sus declaraciones contra EL PAíS.En este diario han aparecido en los últimos días diversos artículos en los que se aludía en términos críticos al líder de IU. El pasado viernes, Anguita y otros dirigentes de esa coalición se reunieron en un almuerzo con el director y varios redactores del diario. El coordinador general relaciona ambos hechos y deduce que esos comentarios son consecuencia de algo que ocurrió en la comida. Es una deducción arbitraria: este periódico no ha esperado a compartir mesa con Anguita para criticar lo que considera incoherencias o errores de sus posiciones políticas.

La hipótesis planteada por el coordinador general es, además, absurda. Sostiene que se sintió presionado para que IU pactase con el PSOE tras la! elecciones -la línea editorial de EL PAÍS es la contraria-, y como prueba ofrece unos artículos en los que se argumenta contra la oportunidad, conveniencia o plausibilidad de ese pacto. Como ambas cosas son contradictorias en los términos, Anguita insinúa que los artículos fueron escritos en represalia por su falta de receptividad a tales presiones. Sería tentador atribuir tan rebuscada interpretación a la simple alucinación. Pero lo único seguro es que estamos ante un claro ataque a la libertad de expresión, desencadenado desde posiciones políticas e ideológicas muy concretas. Porque el escándalo organizado por Julio Anguita está dirigido sobre todo a coaccionar la línea editorial y a los colaboradores de EL PAÍS, a fin de que supriman o suavicen las críticas contra su política.

El contraste entre el tono de la conversación, similar al de tantos otros encuentros entre informadores y políticos, y la versión casi dramática ahora ofrecida por Anguita mueve a otras reflexiones secundarias. Las posibles explicaciones al misterioso fenómeno de que, en plena fiebre electoral, el candidato de una de las principales fuerzas en liza mienta con descaro se enmarcan en un dilema: o bien Anguita es más primario de lo que parece y su falta de sutileza le ha llevado a tomar por "presiones obsesivas" el interés de sus interlocutores por aquellos aspectos más chocantes o difíciles de entender de sus planteamientos, o bien es tan oportunista que no ha sido Capaz de resistir la tentación de ganarse el halago de determinados medios de comunicación. Que no se trata sólo de primitivismo, sino también de oportunismo, es algo que se deduce de su insinuación de que los periodistas tal vez actuaban como "mediadores" (del poder). Algo que no podía dejar de suscitar el entusiasmo de aquellos medios y columnistas que llevan años tratando de minar la credibilidad de este diario atribuyendo su éxito a su imaginaria proximidad al poder. Para sostener tan estrafalaria teoría, Anguita se apoya en dos datos, a su juicio definitivos: se sintió presionado y sacó la impresión de que sus interlocutores actuaban como intermediarios. Toda una conspiración apoyada en algo tan objetivo como un sentimiento y una impresión. No, es mal récord para alguien que se queja a cada paso de la subjetividad de la campaña, del personalismo, de las descalificaciones mutuas y que reclama "programas, programas, programas". Lejos de corregir su mentira, Anguita la remachó ayer diciendo que tenía la impresión de que este periódico habló durante el almuerzo "en nombre del Gobierno". El líder de IU sigue igualmente ayuno de datos.

Anguita fue ayer portada en Abc. Ese periódico se refiere siempre a -EL PAÍS cómo "el diario gubernamental". Otros medios, epígonos de la derecha real o de la izquierda simulada, suelen reírle concertadamente esa gracia de revista escolar. Ayer estaban exultantes, pese al evidente ataque a la libertad de expresión (defendida por ellos, en otras ocasiones de labios hacia afuera) que encierran las palabras del líder de IU. Es posible que también Anguita esté satisfecho: un comunista, portada de la caverna. Aunque sólo sea por un día. Resulta lamentable que la necesidad de reconocimiento, aunque sea por parte de sus peores enemigos, haya llevado a Anguita a confundirse con ellos. El suyo es un error a la griega. Pero es también una falsedad y una canallada. En La bahía perdida, la epopeya de Sperber, un dirigente estalinista dice: "Ocultaremos la impostura. con las mentiras y las mentiras se convertirán en verdad y la impostura dejará de ser impostura". Eso es lo que ha intentado hacer Anguita.

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