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FERIA DE SAN ISIDRO

"Ha sido la faena de mi vida "

JUAN MORA, Hacía 15 años que Manzanares no cortaba una oreja en Madrid. El mozo de espadas decía a los clientes del hotel Barajas que se acercaban para ver qué ocurría, que son 14. Unos ejecutivos catalantes y unos cazadores italianos habían contemplado, atónitos, el paso raudo del torero y su cuadrilla por los salones, camino de la planta Presidente. "¡Qué ayudados por alto! ¡Qué inteligencia para que el toro no se cayera!": contaba el mozo. Manzanares, mientras, se duchaba. El agua no le despertó: "Sigo en una nube. Ha sido la faena más grande de mi vida".

De ello no tenía duda alguna el diestro: "Después de 22 años de alternativa, he alcanzado la plena madurez como hombre y como torero. Esto me permite disfrutar muchísimo más la faena que he realizado. Sí, puedo decir que ha sido la más grande. Ha llegado como producto de mi constancia, porque nunca renuncié a salir de nuevo por la puerta grande de Las Ventas. Lejos de desfallecer cuando tenía mala suerte cada vez que venía a Madrid, he seguido insistiendo y entrenándome. Este año he llegado tranquilo, dueño de mí mismo. Hace dos o tres meses tuve la premonición de que iba a triunfar".

Manzanares había pedido lidiar la ganadería de Manolo González,. La conoce tanto que él mismo tentó, años atrás, al padre de: Fulanillo, el toro del triunfo. Esto le proporcionaba gran confianza: "Pronto vi la clase y la nobleza del toro, que rompía palante. Tenía pocos muletazos porque andaba escaso de fuerza, pero los suficientes. El único problema que presentaba era que no le veía la muerte de tan alto como era. Le bajé mucho la muleta para que me la descubriera y ahí tuve suerte porque pude ver donde clavar el estoque".

Después, el delirio. "Si yo tenía ganas de triunfar, más todavía los aficionados. Eso fue lo que más me emocionó" decía. Entre el público descubrió a algunos amigos. Para ellos fueron las orejas, una para el presidente de su peña taurina en Madrid y otra para Antonio El morito, dueño de un restaurante en Sevilla.

Lo único que le faltó a Manzanares ayer para ser completamente feliz fue la presencia de su esposa y sus hijos. Cenó, en la noche más importante de su vida, con su padre, un hermano y la cuadrilla.

La protesta del '7'

La felicidad que sentía no se vio mermada por las protestas del 7 al toro: "Por lo visto, a esos aficionados no les gustó que al derrotar el toro con fuerza en la salida, se escobillara un poco el pitón". Cuando se le planteó que el toro se había lidiado bajo sospecha de afeitado, según constaba en el acta de los veterinarios, el torero aseguró desconocerlo: "No hay ganadero que se atreva arreglar sus toros en Madrid".

La sospecha se levantó nada más terminar la corrida, cuando Manzanares Pidió la cabeza del toro. Los veterinarios examinaron visualmente las astas y aprobaron su estado. Las de los toros quinto y sexto se enviaron, en cambio, al laboratorio.

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