La nutrición
¿Y si la actual campaña política no fuera una liza entre opciones políticas y fuera sólo una campaña de promoción de la política? ¿Y si los políticos, conscientes de su quiebra popular, se hubieran puesto de acuerdo, como los cultivadores de plátanos, en organizar una campaña institucional para salir de su crisis? No faltan indicios para pensarlo. La observación de lo que viene ocurriendo a través de los mítines, las galas o las comparecencias en los medios, autoriza a sospechar que lo que interesa preeminentemente a los políticos son los demás políticos, y que lo que, día a día, produce noticias no son las propuestas sociales y económicas referidas a la vida de los ciudadanos, sino la actualidad de los políticos. Unos y otros se increpan, se enfatizan, se nombran, en una dinámica de interalimentación bulímica. Sus gestos, sus palabras, sus invectivas, sus peplas y sus necedades van expandiéndose hasta ocupar cada vez más cantidad de territorio. La cotidianidad ha sido sacudida por la acometida de su marketing y todos los sentidos han sido movilizados hacia su centro.Existía urgencia por la celebración de elecciones. Pero no parece ser el país, hasta el momento, el más beneficiado por este apremio. La invocación al bien colectivo para la convocatoria de nuevos comicios tiende a revelarse, a estas alturas, más una racionalización destinada a encubrir la intención partidista de mejorar su salud que dirigida a remediar la enfermedad del país. Los socialistas estaban necesitados de una catarsis y la campaña les está brindando una oportunidad formidable. Golpes de efecto ético, excusaciones, contraste con rivales más torpes. Nada les habría convenido más.
Pero tampoco les va mal a los contrincantes. Cualquiera que sea el resultado del escrutinio el PP incrementará el número de sus diputados, crecerá en poder y en adiestramiento, revelará ante el público a militantes secundarios hasta ahora inexpertos y desconocidos. En cuanto a los demás, ninguna ocasión tan favorable como este espectáculo multimedia para hacerse audibles y visibles. Todos obtienen provecho de esta promoción, larga y multimillonaria. El sector político, en conjunto, aumenta su producción y sus ventas.
¿La ciudadanía? Algo tiene que tocarle; siempre, en la crisis de un sector, tal como sucede con los coches, la competencia entre las marcas obliga a mejorar las ofertas al cliente. Pero ¿es el ciudadano el objetivo central de estas elecciones? Vale la pena preguntárselo. Han pasado los tiempos, si alguna vez existieron, en que los gobernantes eran la encarnación del pueblo, y, cuando ellos se engordan, alimentan en proporción a los gobernados.
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