El peor Día de la Madre

Antonia Heredia nació hace una semana a pesar de que tiene 32 años. El Día de la Madre, sus tres hijos (dos niñas de 11 y 2 años y un chico de 7) le habían regalado un poema y una cesta de flores que hicieron en el colegio. Su marido, el policía Antonio Esteban Bravo de 35 años, destinado en la Audiencia Nacional, le regaló, dice ella, un tiro en la cabeza. Llovía sobre mojado. Hace un año, Esteban, pistola en mano, quiso obligar a su esposa a saltar por el balcón.

Todavía lleva el anillo de casada en la mano en la que no entra el suero. Pero dice que esta vez sí se separa. La pistola que su marido guardaba en una alacena de la cocina había congelado su decisión durante cuatro años. Pero ya ha recibido el tiro. Fue el 2 de mayo, Día de la Madre, después de que Antonia y Antonio, que llevan 13 años casados, volviesen de tomar unas cañas.

A las 16.45, Antonia iba a salir con sus dos hijos mayores a ver la Vuelta Ciclista, pero su marido se enfadó con su niña de 11 años y le dio un tortazo. "Siempre le está pegando porque dice que se hace muy mujer", explica sujetando su cabeza vendada y dolorida.

Antonia se interpuso entre su hija y su marido, pero recibió una contundente contestación: un puñetazo en el ojo que le hizo caer al suelo. "Él se puso con las piernas abiertas encima de mí", recuerda, "y me disparó en la cabeza". Aunque la bala quedó alojada en el cerebro, sólo perdió el conocimiento unos segundos. Pensó que se moría. La herida era grave y estuvo cuatro días en la unidad de cuidados intensivos. Ya está en pie, pero hasta dentro de un año todavía existe peligro de hemorragia cerebral.

Paripé

La hija mayor del matrimonio contó ayer a su madre que Esteban intentó suicidarse delante de los sanitarios que acudieron al domicilio para auxiliarla, con la misma pistola con la que casi mata a su mujer. "Eso es un paripé de tu padre", contestó ella. Él mismo había avisado del incidente, "después de mucho rogarle", añade Antonia. "Primero llamó a un amigo, también policía, un tal José", recuerda Antonia. El arma que destrozó el lado derecho de su cabeza ha desaparecido, afirma.Sus hijos están ahora en casa con la abuela paterna y Antonia teme que les coaccionen o que se los quiten. El padre ha ingresado en la cárcel de Navalcarnero. Este policía fue uno de los dos agentes que escoltaron al ex policía Michel Domínguez, que cumple condena por su implicación en los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL), a una entrevista con el juez Baltasar Garzón una semana antes del suceso, según Diario 16.

Antonia describe a su marido como un hombre alcohólico, muy violento y con un absoluto menosprecio por las mujeres. "Para él una mujer que trabaja es una puta", dice su mujer, "y cree que sólo valemos para enseñar el culo y las piernas". "Un machista de libro" concluye Antonia. Cuando le conoció hace 14 años en Barcelona su marido era un joven policía destinado en el País Vasco que le pagó un desayuno para entablar conversación. Un año después se casaron y cuando su hija mayor aún no tenía un año se trasladaron a Madrid.

Insultos gitanos

Empezaron las broncas, "pero nada fuera de lo normal en un matrimonio" según Antonia. Fue cuando su segundo hijo tenía tres años cuando comenzaron las palizas. Se cortó una frondosa melena de gitana rubia, para que él no pudiese agarrarla del pelo para pegarle. Su condición caló, añadida a la de mujer, le valió una buena sarta de insultos en los últimos años. Uno de sus preferidos era "zorra gitana de mierda"."Como persona me tiraba por los suelos", recuerda atormentada Antonia, "moralmente me destruía".

Pensó en separase, incluso pidió cita con un abogado para asesorarse, pero la anuló porque su hija tuvo un accidente. Luego su marido le pidió otra oportunidad, y sus hijos -"hazlo por nosotros"- que volviesen a intentarlo.

"Conozco a otras mujeres de policías que sufren lo que yo he sufrido", dice Antonia. "Tienen mucho miedo", añade. "Además de ser más fuertes, tienen armas".