Atmósferas
Me cuentan que en las habitaciones de algunos hoteles muy sofisticados hay, junto al teléfono, un aparato reproductor de sonidos de ambiente. O sea, que apretando un botón puedes comunicarte con quien quieras haciéndole creer que estás en el aeropuerto, en el interior de unos grandes almacenes, en la oficina, o en un atasco. Se trata, pues, de una innovación que pone la tecnología al servicio del punto de vista. En la novela, el punto de vista es el lugar desde el que se narra, y les aseguro que no siempre resulta fácil mantenerse en ese sitio que pocas veces coincide con el del escritor. Las desviaciones del punto de vista se pagan caras, pues introducen un elemento de inverosimilitud que afecta a la credibilidad del relato.Es como si, por ejemplo, el que habla desde un hotel con el ruido de ambiente de un aeropuerto se deja caer sobre la cama produciendo el sonido característico de un somier. ¿Qué diablos hace una cama en la sala de espera de un aeropuerto?, se preguntará con desconfianza el interlocutor. Para que resulte creíble el lugar desde el que se cuenta una historia, no basta con reproducir su atmósfera, sino que el narrador debe identificarse con ella. Si telefoneas a tu marido o a tu esposa con mensajes de fondo de El Corte Inglés, has de procurar no jadear, a menos que sea época de rebajas, porque, si no, a lo mejor se cree que estás en un hotel con tu cuñado.
O sea, que el punto de vista es, finalmente, y sobre todo, un espacio moral: si uno no se cree que habla desde donde dice que habla, tarde o temprano tirará de la cadena introduciendo en su discurso un ruido inverosímil.
Yo creo que eso es lo que le pasa al PSOE, que tira mucho de la cadena y crea dudas razonables en el interlocutor, aunque tenemos que reconocer que el ruido de fondo comienza a ser más convincente.
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