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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Estoy perdido

Según Greenpeace, los españoles somos los europeos que menos militamos en organizaciones ecologistas. En Yugoslavia prosigue día tras día la increíble matanza de una guerra estéril y desoladora. Sí, ya sé que no parecen acontecimientos muy relacionados. Pero díganme: si somos capaces de permanecer pasivos ante la sangría que azota los Balcanes, ¿cuál es la actitud que adoptaremos ante la degradación del planeta en beneficio de las multinacionales y de los Gobiernos corruptos? Ante tanta sinrazón confieso que estoy perdido. Llega un momento en el que, revisando mi carpeta de referentes ideológico-culturales, no logro encontrar una respuesta.- Eduardo García.

Hace ya

más de un año que Banja Luka, la ciudad de mis bisabuelos paternos, cayó en manos de las tropas serbias. Ni siquiera he podido llegar a descubrir si en alguno de los horribles campos de concentración que en ella se levantaron fue encarcelado -y por qué no ejecutado- alguien de mi estirpe. No dudo en afirmar que ya he llegado tarde, pero la comunidad política europea y su opinión pública aún disponen de algún tiempo -el mínimo- para tratar de poner fin al genocidio, al exterminio, a los crímenes de guerra dantescos que con tanto descaro se han reproducido en nuestra cercana y otrora hermosa Bosnia-Herzegovina.El día en que Serbia (y en menor medida Croacia) consuma finalmente sus propósitos en esta república agonizante, me pregunto aterrorizado qué pasará a continuación. Otras repúblicas, otras regiones esperan asustadas el avance implacable y sangriento de los serbios hacia ellas. ¿Podrá en ese momento la Europa que un día se jactó de su plan de unidad atajar severamente la prepotencia y la absoluta impiedad serbias? ¿O de nuevo ensayará infructuosamente el juego de la estéril intimidación?

En esta guerra irracional se han perdido muchas oportunidades, pero sobre todo demasiadas vidas y sueños de personas tan inocentes como cualquiera de los que hemos tenido la suerte gratuita de desarrollarnos en la Europa cómoda y carente de tanta revolución. Esto bien vale una reflexión.

Se ha perdido el respeto a Bosnia y a sus infaustos habitantes. No permitamos que nuestros corazones lleguen a insensibilizarse por sobresaturación de crudas imágenes. No, por favor, no. ¡Basta ya! Vuelve a sobrevolar Europa aquel cáncer que un día creímos vencer. Demasiada amargura, incomprensión, intolerancia, olvido, relajación.... demasiada sangre... Un amigo, herido para siempre por el rencor, me escribía desde Praga: "Aquél que en Occidente esté libre de culpa, por favor, que no lance la primera piedra. Ya es demasiado tarde".- Moisés Stankowich. .

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