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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Futuro del empleo

EL PRIMERO de Mayo llega este año en lo peor de la crisis económica, manifestada sobre todo en el aumento del número de desempleados, y en vísperas de unas elecciones en las que, por primera vez desde hace una década, existe la posibilidad de triunfo de la derecha. Las centrales sindicales han manifestado que pretenden dar a la conmemoración un abierto contenido reivindicativo ante los convenios. Sus dirigentes han reiterado también que no piensan pedir el voto para ningún partido en concreto, si bien han insinuado su preferencia por los partidos de izquierda.La posibilidad de un triunfo de los conservadores ha motivado algunos movimientos internos en UGT a favor de un compromiso de su sindicato en apoyo del antiguo partido hermano. La preocupación sindical es lógica, pero la vuelta a las relaciones familiares, con su inevitable carga de complicidades y sobreentendidos, es hoy improbable. De entrada, porque obligaría a romper la política de unidad de acción entre las dos centrales, algo impensable. Pero es además dudosamente deseable porque la experiencia de los años ochenta ha demostrado que la relación privilegiada entre un Gobierno y un sindicato en particular acaba siendo un impedimento para ambas partes: para el Gobierno cuando tiene que tomar decisiones impopulares o con apariencia de tales; para el sindicato hermano, en el que consideraciones ajenas a las estrictamente sindicales entorpecen su capacidad de iniciativa.

La imprescindible y urgente modernización de los sindicatos no pasa por recortar su autonomía, sino por reforzarla. Pero ello implica también abandonar la inercia de la negatividad, cuya raíz es tan política como la de la complicidad fraternal. La ruptura de UGT con el PSOE permitió a este sindicato recuperar su credibilidad reivindicativa e influencia social, pero determinó también una estrategia fatal, más inclinada a marcar distancias que a lograr acuerdos. En CC OO, por el contrario, el descrédito de la referencia comunista ha favorecido, una evolución más sindicalista, por oposición a política, y una mayor receptividad a planteamientos de tipo pactista. Así ha vuelto a ponerse de relieve estos días en la diferente acogida ofrecida por los dirigentes de UGT y CC OO a la oferta de un pacto social lanzada por separado, el pasado fin de semana, por los dos principales candidatos a la presidencia del Gobierno.

Un pacto que modere los salarios y los beneficios, y que favorezca medidas de reparto del trabajo disponible, es una pieza maestra de cualquier estrategia destinada a romper el círculo vicioso producido por la pérdida de competitividad de muchos sectores de la economía española. La prioridad otorgada por todos los agentes políticos y sociales al problema del paro ha inspirado acuerdos de ese tipo en países como Francia y Alemania, pese a que sus niveles de desempleo son muy inferiores al de España. Tal vez la jornada de hoy pueda servir para que los responsables sindicales demuestren que lo son planteando a los trabajadores que será difícil invertir la tendencia actual sin un acuerdo de ese tipo. Y que hay que hacerlo precisamente porque, como proclama su consigna central de la jornada, "sin empleo no hay futuro".

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