El turno de Luis de Pauloba
Maza / Cortés, Durán, Pauloba
Toros del Conde de la Maza, muy bien presentados, con casta, dificultosos; 3º noble. Manolo Cortés: estocada corta perpendicular ladeada (silencio); tres pinchazos y dos descabellos (silencio). Curro Durán: pinchazo en la tripa, dos pinchazos más -aviso con retraso-, estocada caída y rueda de peones (protestas cuando saluda por su cuenta); pinchazo muy trasero y bajo, pinchazo bajo y bajonazo (silencio). Luis de Pauloba, que tomó la alternativa: pinchazo, estocada corta y rueda de peones (ovación y salida al tercio); pinchazo hondo, media y descabello (vuelta). El peón Ecijano II fue ovacionado por sus pares de banderillas. Plaza de la Maestranza, 21 de abril. Primera corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
Luis de Pauloba, víctima de una de las cornadas más espeluznantes que se hayan producido en los últimos años, seguramente mal tratado por el taurinismo, sin opción a ocupar en la novillería el puesto que merecían su arte y la compensación por su infortunio, tomó ayer la alternativa en la Maestranza, ante una de las primeras aficiones del planeta e los toros. Había llegado su turno. Y aprovechó la oportunidad de exhibir la mucha teoría que atesora.Tampoco esta vez tuvo ninguna facilidad. Antes al contrario, se encontró frente a una seria corrida de toros, correosa, encastada y temperamental, que no perdonaba ningún error en la lidia. Mejor que fuera de esta forma, si bien se mira. Porque no hubo triunfo, pero todo el mundo reconoció el mérito y la torería incuestionables del joven diestro.
El toro de la alternativa seguramente será uno de los de mayor trapío de la feria. Era todo un espectáculo ver aquel ejemplar musculoso y serio, de tranco largo y fortísima acometida, cárdeno atizonao en su bellísima capa -y también botinero-, galopar en demanda del capote que le adelantaba Luis de Pauloba en los medios, para ceñir la embestida con perfecta cargazón de la suerte. Luego el toro se puso violento y Pauloba le hubo de aplicar un trasteo de recurso. Pero no le faltaron arrestos para resolver con dignidad la papeleta, y cuando el sexto embistió con franquía, instrumentó unos muletazos de artística factura, que conmovieron a la afición de la Maestranza.
Ese toro del bien torear iba boyante por el pitón derecho, áspero por el izquierdo -por lo que entorpeció los naturales- y acabó perdiendo recorrido, lo cual no impidió que Pauloba repitiera con igual hondura y sentimiento artístico la tanda de redondos que había entusiasmado momentos antes. El desacierto con la espada impidió redondear un éxito grande que ya se cantaba en los tendidos, mas Luis de Pauloba hubo de dar una vuelta al ruedo clamorosa, que premiaba tanto la faena como su actuación de conjunto y, sobre todo, la entereza y la ambición de triunfo con que había llegado a la alternativa.
A veces no es sólo cuestión de oportunidad lo que mediatiza la trayectoria de los toreros. En el mundillo taurino suelen llamar oportunidad a que salga un toro pastueño que sirva para interpretar la faena soñada. Así cualquiera, se dirá. Aunque tampoco es tan fácil. A Curro Durán le salió ese toro adecuado para recrearle el toreo con que ha venido soñando la torería entera desde el Cúchares acá, y no lo aprovechó. Por el contrario, se le fue sin torear.
El toro tomaba la muleta encastado, y Curro Durán, en lugar de ligarle los pases, le cortaba la embestida, se la ahogaba, citaba astutamente fuera de cacho, de costadillo y con el pico de la muleta. Después, otro toro menos manejable -el quinto-, le hizo trapacear a la deriva, le desarmó y estuvo a punto de llevarle por la calle de la amargura.
El lote de Manolo Cortés no resultó fácil. Tampoco es que tuviera problemas insolubles. En ya lejanos tiempos de la tauromaquia -cuando se toreaba de verdad- cualquier torero los hubiera resuelto aplicando el repertorio que tiene concebida para estos casos la tauromaquia clásica. Manolo Cortés, en cambio, intentó reiteradamente el derechazo y el natural. Y si ninguno le salía lucido, ni siquiera se le pasó por la imaginación emplear suertes distintas.
El toricantano dio, en el fondo, una lección de torería, al padrino de la ceremonia, al testigo, y a tantos coletudos que sólo sabrían aprovechar su oportunidad si les saliera el toro de sus sueños. Y quizá fue por una sola razón: porque quiere ser torero. En realidad, ya es torero, y de los buenos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.