"Que todo cambie.."
LOS RESULTADOS del referéndum celebrado el pasado fin de semana muestran claramente el deseo de los italianos de cambiar las reglas del juego político. Sin embargo, sería improcedente identificar ese voto como un rechazo al sistema de partidos. La elevada participación (en tomo al 75%) lo ha sido en respuesta a la convocatoria de esos mismos grandes partidos. Pero tampoco puede olvidarse que las formaciones políticas han modificado sustancialmente su propia actitud ante un referéndum a cuya celebración se oponían hace un año. En todo caso, esta respuesta del electorado es producto del más civilizado de los sistemas: el que permite el señalamiento democrático de sus deficiencias.Ciertamente, el cambio del sistema electoral -por el momento limitado al Senado-, que ha pasado de ser proporcional a mayoritario, en realidad beneficia más a las formaciones políticas históricas o ya establecidas que a las nuevas y más endebles, desde Los Verdes a la Rete de Leoluca Orlando, es decir, a las únicas no implicadas en la trama de la corrupción político-financiera. Es evidente que el verdadero voto de castigo contra el sistema de partidos políticos hubiera sido la abstención, y ésta no se produjo de manera relevante. En todo caso, los altísimos porcentajes afirmativos de las distintas propuestas evidencian el sentir general frente a las relaciones entre el poder y el dinero: en el referéndum, el mayor porcentaje -un 90,3% de los votos- se produjo en favor de la abolición de la ley de financiación pública de los partidos; le siguieron de cerca los votos que aceptaban la desaparición de diversos ministerios, la modificación delsistema electoral y la capacidad de otorgar prebendas en áreas económicas a los leales. La votación favorable más endeble fue la relativa a la abolición de la cárcel para los consumidores de drogas (un 55,3%).
El proceso de los pasados domingo y lunes evidencia el básico deseo de los italianos de que se adecente la actividad política. Ha sido un aviso a quienes, por ostentar el poder con mayor o menos constancia, han acabado identificándolo con sus propios intereses. En todo caso, corresponde ahora al Parlamento adecuar el resultado de la consulta a la práctica política: no debe olvidarse que lleva un año largo debatiendo la conveniencia o inconveniencia de reformar el sistema. A ello hay que añadir la diversidad de enfoques y conclusiones que asumen las fuerzas que han apoyado el sí en el referéndum y que interpretan los resultados desde su propia y particular visión.
La consulta italiana es clarificadora de la opinión de los votantes. El mayor riesgo que corre es el de que sus inequívocos resultados sean reconvertidos en una reforma política mínima, que no afecte a los grandes partidos ni a su modo tradicional de actuar y que, siguiendo la norma de Lampedusa, "todo cambie para que no cambie nada".
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