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La obsesión por el fuego bíblico del Apocalipsis

David Koresh llevó a la práctica sus sueños sobre el fin del mundo

(NYT) "Si la Biblia existe, yo soy Cristo", decía David Koresh en una cinta grabada destinada a sus seguidores, a los que fascinaba con su sorprendente facilidad para recitar extensos pasajes M Nuevo Testamento y recurrir a las citas bíblicas para apoyar sus puntos de vista. Su verdadero nombre era Vernon Howell, tenía 33 años y sus dificultades escolares le habían impedido acabar el bachillerato. Pero con su dominio en la interpretación literal de las profecías apocalípticas del Libro de las Revelaciones, este fracasado guitarrista de rock había atraído a Waco, Tejas, a devotos de Israel, Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda y Filipinas que creían ciegamente que él era el Mesías.

David Koresh estaba obsesionado por el fuego, especialmente por el fuego bíblico del Apoca lipsis, informan Michael Kennedy y Louis Sahagun, de Los Angeles Times. Conocido también como el Libro de las Revelaciones, el Apocalipsis relata una historia del fin del mundo en la que una serie de cataclismos, en los que "los gritos y el fuego se mezclaron con la sangre", preceden al fin del mundo. Según el texto que fascinaba al jefe de los davidianos, los hombres son atormentados "con fuego y azufre ante la presencia de los santos ángeles y en presencia del Camero". Koresh estaba convencido de que él era el Carnero, el Mesías que iba a desencadenar el juicio final y en sus profecías solía aludir al martirio de los davidianos y su propio asesinato en un asedio en el que el fuego de su tormento", cómo dice el Apocalipsis, "los ascenderá para siempre" al paraíso. De hecho, lo que hizo Koresh el lunes fue desencadenar el fin de su propio mundo mezclando el fuego y la sangre.Según relata su madre, Bonnie Haldeman, el fervor religioso de Koresh se remontaba a mediados de los años setenta. "Cuando volvía a casa se iba al granero y allí rezaba durante horas" explica la mujer, que añade que fue a la edad de 17 años cuando su hijo entró a formar parte de la secta de los davidianos, una oscura rama de la Iglesia Adventista del Séptimo Día creada en 1934 a raíz de las disensiones surgidas entre los adventistas sobre la interpretación del Apocalipsis.

Ya antes, a los 12 años, Vernon había demostrado su extraordinaria capacidad para memorizar textos de la Biblia, lo que contrastaba con un historial de inadaptación escolar que le llevó a abandonar los estudios sin haber acabado el bachillerato.

Líder a tiros

Fue en 1987 cuando Vernon, guitarrista de rock frustrado, logré hacerse con el control de la secta tras una larga batalla, que culminó en un tiroteo, con otro aspirante al liderazgo, George Roden. A partir de entonces, Vemon cambió su nombre por el de David Koresh, más adecuado con sus tésis proféticas, e imprimió un cambio a las directrices de la secta. Su temor a ver su liderazgo arrebatado por las armas fue quizás lo que impulsó a Koresh a convertir Waco en una fortaleza, armar a sus seguidores, incluidos los niños, y someterlos a un escrupuloso entrenamiento militar. La secta davidiana se financiaba con los ahorros de sus miembros, las ganancias en trabajos ocasionales de los jóvenes y las pensiones correspondientes a las jubilaciones y a la Seguridad Social, en el caso de los ancianos. Las mujeres se encargaban de la cocina y la enseñanza de los niños. Los hombres se concentraban en las obras para perfeccionar la construcción del cuartel general y trabajaban, en el estudio de grabación profesional de Koresh, en la elaboración de 150 canciones melódicas de rock que debían transmitir el confuso mensaje de su profeta.

En el cuartel general de Wacó, hombres, y mujeres vivían separados, de acuerdo con las normas de estricta moral y desprecio por los placeres de la carne y el alcohol que habían caracterizado a los davidianos desde los años treinta. Sin embargo, Koresh, empedernido bebedor de cerveza, introdujo una variante respecto a sus antecesores al constituirse en excepción y atribuirse el derecho a tomar como esposa a todas las mujeres de la secta que se le antojaban, incluidas varias menores.

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