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Las urnas de la confusión

Los referendos que hoy se celebran en Italia no contribuyen a resolver la crisis

"Hace seis meses estaba segura de votar sí. Luego estuve segura de votar no. Ahora estoy segura de que no votaré. Me quedo en casa", respondió una señora ya madura en uno de esos sondeos realizados al vuelo por una cadena de televisión italiana. La estadística más sesuda sobre los resultados de los referendos que hoy se celebran en Italia sobre la reforma de la ley electoral y otras siete cuestiones revalida la respuesta de esta señora.

Tres días antes de la cita con las urnas, el porcentaje de indecisos se mantenía tan elevado como hace dos meses, en tomo al 40%, lo que representa una duda excepcional.Pero la vacilación final es fácilmente comprensible a la vista de las características y circunstancias de los referendos, comenzando por el tipo de preguntas a las que se espera que el simple ciudadano dé respuesta.

Textos complejos

Cada papeleta tiene su color, a fin de que el ciudadano pueda orientarse como con los semáforos en la calle. Pese a todo, serán muchos los italianos conscientes que se tomen el trabajo de leer los textos completos, e igualmente complejos, de las ocho preguntas planteadas, con un esfuerzo encomiable que se debe ahorrar a los que no han sido convocados a las urnas. Y no menos los que se perderán en la jungla de colores.Pero, en realidad, la confusión intrínseca a estos referendos no deriva de la complejidad técnicas de sus temas. Mal que bien, buena parte de los italianos debe saber ya que la pregunta de marras sobre la reforma de la ley electoral implica que, si triunfa el sí, los senadores pasarán a ser elegidos por el sistema mayoritario y no por el proporcional como ocurría hasta ahora.

La cuestión es importante. La alta proporcionalidad del sistema electoral italiano ha permitido una representatividad detallada, a través de pequeños partidos, que desaparecerán si el sistema cambia. Pero también ha determinado una democracia muy indirecta basada en alianzas multipartidistas que han degenerado en irresponsabilidad política y en una corrupción muy extendida.

Si el sí venciera en los ochos casos, el 75% de los senadores pasarían a ser elegidos por el sistema mayoritario simple; desaparecería la financiación estatal de los partidos, aunque subsistirían las responsabilidades penales contraídas bajo la ley derogada; se suprimiría el Ministerio de las Participaciones Estatales, que centralizaba la gestión de las empresas públicas; el Gobierno perdería la facultad de nombrar a los presidentes y vicepresidentes de las Cajas de Ahorro; se suprimirían los ministerios de Agricultura y Turismo, y el de Sanidad perdería el control de la contaminación atmosférica. Además, se despenalizaría la mera tenencia para el consumo personal de drogas.

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La perspectiva de este cambio histórico divide profundamente a los partidos. Por el no se decantan los grupos más reacios a modificar las bases del sistema, como los comunistas y neofascistas. Por el sí pugnan democristianos, socialistas y ex comunistas, los partidos más implicados en el régimen surgido de la proporcionalidad.

La mayor confusión deriva del hecho de que, en Italia, los referendos, introducidos por la Democracia Cristiana (DC) a comienzos de los años setenta con el objetivo de derogar la ley del divorcio, sirven sólamente para eso, para derogar. Por ello, tras la previsible victoria del sí, la reforma de la ley electoral volverá al Parlamento donde las perspectivas de que llegar a un acuerdo seguirán siendo remotas.

Los resultados se conocerán el lunes por la noche.

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