Y ahora, Andreotti
LA DRAMÁTICA situación que vive Italia es consecuencia de la degeneración de un sistema ensuciado por la forma en que se ha atendido a las necesidades de medio siglo de vida política. Nadie le puso freno a tiempo, es decir, al comienzo de todo. Es decir, en 1943, cuando Estados Unidos negoció con la Mafia el desembarco militar en Sicilia.Y por fin, ahora, a modo de broche siniestro, Giulio Andreotti, el político democristiano incombustible y eje de la política italiana de los últimos 40 años, está siendo acusado no ya de simple connivencia con la Mafia, sino incluso de ordenar asesinatos y de hacer del funcionamiento del Estado una simbiosis con el crimen. Como afirmaba Alberto Cavallari en La Repubblica, "no se trata ya de un problema de delincuencia corriente engarzada en la política, sino de algo más horrendo: se trata de establecer si una criminalidad excepcional que practica el asesinato ha involucrado durante años al Estado". De tangentópoli -el escándalo de la financiación ilegal que ha destrozado al partido socialista y a una parte importante del empresariado italiano- a la intervención pura del crimen organizado en los asuntos del Estado, para influir en ellos, media un largo trecho en el camino del descenso a los infiernos. Dramático descenso si se confirma que Andreotti tornó sobre sí la responsabilidad de recorrerlo.
Pero no se trata sólo del viejo político. Los mafiosos arrepentidos que le acusan (con alegaciones tan sólidas como las que han llevado a la cárcel a muchos de los responsables mafiosos) y que han propiciado la petición de enjuiciamiento cursada por la magistratura de Palermo al Senado acusan también a otros 11 políticos de peso: la cadena parece imparable. Y, en este caso, el asunto no afecta sólo al futuro de estos personajes, a su libertad individual o a su quiebra política. Si se demuestran los lazos entre la Mafia y el Estado la quiebra política afectará a la misma República.
La comisión del Senado que considera la petición de la magistratura y los endebles argumentos alegados en contra por los abogados de Andreotti han pospuesto la votación sobre el caso hasta finales de la semana próxima. Cualquiera de las dos soluciones que adopte será traumática. Si se opone a que el ex primer ministro democristiano sea juzgado por su presumible involucración con la Mafia y, literalmente, por su complicidad en los asesinatos de Aldo Moro, del juez Falcone y del general Dalla Chiesa, se puede producir un imparable estallido de indignación popular. Los mismos correligionarios de Andreotti le han pedido que se someta a la jurisdicción de Palermo para evitar, mayores daños al partido. Pero si se concede el suplicatorio de Andreotti, y detrás de él, el de la docena de políticos democristianos también acusados, será el fin de la República Italiana en su configuración actual. Será el momento de las refundaciones que faciliten el empezar de cero. La primera, la del partido del propio Andreotti: el secretario general de la Democracia Cristiana, Martinazzoli, ya ha anunciado su proyecto de refundación como Partido Popular Europeo.
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