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FINAL EUROPEA DE BALONCESTO

Enorme fracaso de Madrid de Sabonis

Luis Gómez

ENVIADO ESPECIALLa final a cuatro es la tumba del baloncesto español. Y el Madrid, la cuarta víctima conocida. No puede hablarse de un maleficio. Las soluciones a partido único se han convertido en un listón insuperable ante el que han fracasado los cuatro mejores equipos españoles del último lustro. El asunto merece una explicación más amplia porque más parece tratarse de una enfermedad que del simple infortunio. Disputar finales requiere una determinación especial de la que carecen los mejores jugadores nacionales. Cuando el escenario es tan dramático como el de arriesgar una temporada en 40 minutos es necesaria una fortaleza mental de la que no disfrutan las generaciones nacionales en activo. El buque insignia del Madrid se hundió sin remedio, aislado como estuvo Sabonis por el entramado defensivo del Limoges, vestido ayer (macabra coincidencia) de amarillo Jugoplastica. La estrategia ideada por la maquiavélica inteligencia de Maljkovic (serbio, pero ex yugoslavo a fin de cuentas) obró el milagro. Redujo al Madrid a cenizas, y a Sabonis, a un rey sin trono.

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El Madrid visitó el vestuario en el descanso con todas las señales de alarma a pleno funcionamiento. Una primera parte demoledora del Limoges había trasladado a los madridistas a contemplar como cercano un escenario dantesco: la temprana eliminación de la final a cuatro, casi a la vista. Quedarse dos días en Atenas para digerir la derrota en la acrópolis. Y ahí estaba el invencible Sabonis con su esplendor amordazado: seis tantos a sus espaldas y seis tiros libres fallados, un arsenal paupérrimo para sostener a un aspirante al título europeo.

Maljkovic demostró sobre la pizarra los beneficios de una gran defensa. Entre ellos está el transformar un equipo inferior en un equipo superior y viceversa. También, dotar a sus jugadores de una determinación muy eficaz, muy próxima a una especie de fe fundamentalista en sus propias posibilidades. Diseñó un tortuoso entramado defensivo que le permitió conquistar en breve tiempo buena parte de sus objetivos. A saber, según el parte de incidencias: instalarse ante una ventaja moderada pero suficiente para sus intereses, trasladar el ataque madridista al núcleo de un atasco permanente, y fundamentalmente aislar a Sabonis. Los pocos balones que alcanzaron las manos del lituano le hallaron en una posición incomodísima; la defensa francesa respondía automáticamente y rodeaba por completo el campo de acción del mejor pívot de Europa. Ocho manos buscaban entorpecer la ejecución de su disparo. Pocas veces se habrá encontrado Sabonis ante un marcador tan monstruoso'.

Las cuentas del Madrid en el descanso cuadraban con el desastre. Ninguna canasta en los primeros cinco minutos, seis en el total del primer periodo, una afrenta para el mejor ataque de la Liga europea. Ocho tiros libres fallados. La superioridad reboteadora, inservible. Manifiesta inferioridad en el uso del triple (dos, por seis el Limoges). Había dejado de ser un buen equipo en esos momentos (26-36 en el intermedio).

Diez tantos de ventaja son un botín para el Limoges. Lo sabe toda Europa. La reanudación no significaba para los franceses otro problema que gestionar su buena administración. A ello se dispuso con la disciplina que ha impuesto Maljkovic y sin perder en ningún momento el norte: en caso de duda, falta personal. ¿Se imaginan lo que es ir avanzando punto a punto? Esa tragedia, similar a la de perseguir a una tortuga a lomos de otra tortuga, es la que vivió ayer el Real Madrid.

La escalada imposible colocó a los madridistas al desnudo. Su potencial se reveló teórico. De cartón piedra. Toda su réplica se limitó a mantener a Sabonis en la sala de espera y a convertir a Biriukov en un segundo base, dado que el partido le venía largo a Antúnez y que Clifford Luyk no tuvo la suficiente paciencia para otorgarle a Lasa plenos poderes y tiempo por delante. Ausente Brown y refugiados Santos y Cargol en sus deberes defensivos, el ataque madridista entró en una larga noche. Y cuando alcanzó su máxima aproximación evidenció sus mayores debilidades, la falta de dirección (a Lasa se le sumió en la desconfianza) y la ausencia de una alternativa a Sabonis en el juego de perímetro.

El resultado final refleja palpablemente el éxito del Limoges. El Madrid superó con dificultad los 50 tantos, su marcador más bajo en esta temporada. Eligió el camino idóneo. Defensa y determinación, valor imprescindible para el éxito. Y en ese punto sale a colación el debate sobre el valor exacto del baloncesto nacional, o su pertinaz ineficacia ante los grandes compromisos. Algo falla en la escuela española. Maneras tiene. Estilo no le falta. Voluntad, toda la del mundo. Y el consumo de leche durante los planes de desarrollo ha hecho mucho por erradicar el ejemplar de metro y medio de estatura. Sobra academicismo, entrenadores obsesionados por el vídeo, indigestión de sistemas. Y falta enseñar a ganar. 0 seleccionar al ganador por encima de un estilista bien educado. Forjar el carácter en el alambre y sin red. Y hacerlo cuando el jugador está en pañales.

El Madrid se une a una ya extensa lista de damnificados. La final a cuatro desnuda las miserias de nuestro baloncesto. No somos nadie.

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