Las notas de un músico de primera línea
Me han deslumbrado algunos fogonazos surrealistas en más de una década cubriendo conflictos internacionales: motoristas iraníes atacando tanques iraquíes para que pasara un camión de helados o un suboficial yemení pidiéndome consejo pues no sabía exactamente si sus hombres debían defender o asaltar un cuartel, lo que se resolvió con un sorteo... pero en Sarajevo todo es diferente. Nunca había visto tanta brutalidad. Me ayudó a visualizar el heroísmo de la ciudad mi amistad con un bohemio de excepción, Vedran Smailovic. Ocupación: violoncelista de primera línea.Ver a Smailovic en el cementerio (su solitaria silueta de frac, despidiendo a los muertos del día sin más acompañamiento que el estruendo de la artillería) era una revelación. Smailovic se escapaba de la melancolía de su oficio en un fantasmagórico restaurante donde no quedaba más que alguna que otra botella. Una noche ví a Smailovic en plena creación. "Estoy componiendo", me dijo. Era un épico canto a Sarajevo, pero en realidad el mensaje era para las Naciones Unidas. "¡Dadnos armas, quedaos con vuestro arroz!", arrancaba la primera estrofa. En las escalinatas de la catedral, hubo un ensayo a medianoche. De pronto, mientras caían más bombas, un coro in crescendo comenzó a salir de las casas oscuras. No se veía a nadie. Todavía hoy me pregunto si esa noche Federico Fellini estaba oculto por ahí.
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