El verdugo convertido en víctima
El verdugo estuvo ayer por la tarde a punto de convertirse en víctima. Ruslán Jasbulátov, el jefe del Parlamento, tenía el encargo del Congreso de los Diputados de ajusticiar al presidente Borís Yeltsin. Sin embargo, en el proceso de tortura, se solidarizó con el reo y los diputados no se lo perdonaron. Y, por eso, decidieron hacerle pasar un mal rato y someterle a un voto de confianza.Jasbulátov nació hace 50 años en Grozni, la capital de la república de Chechenia-Ingushetia. Cuando era aún un bebé, padeció junto a todo el pueblo checheno la deportación a Kazajstán ordenada por Stalin. Allí creció y comenzó sus estudios superiores, hasta que en 1962 se trasladó a la Universidad Estatal de Moscú. En la capital rusa se licenció y doctoró en Economía y defendió más tarde su tesis doctoral.
Con la llegada de la perestroika y de la democracia, Jasbulátov fue elegido diputado por su ciudad natal. CuandoYeltsin se convirtió en jefe del Parlamento, Jasbulátov pasó a ser su mano derecha como primer vicepresidente del Sóviet Supremo. Durante el intento de golpe de Estado, Jasbulátov fue una de las personalidades clave en la defensa de la Casa Blanca, sede parlamentaria, que no abandonó ni por un instante en esos dramáticos días de agosto de 1991.
Terapia polémica
Las divergencias con Yeltsin comenzaron después de la desaparición de la URSS, cuando el equipo de Yégor Gaidar inició la terapia de choque de la economía. Jasbulátov, ya como jefe del Parlamento, se fue convirtiendo poco a poco en el enemigo número uno de Yeltsin. De colaborador incondicional del presidente pasó a ser el alma de todas las conspiraciones contra él.En este papel, Jasbulátov se ganó el apoyo de la oposición, que, sin embargo, nunca ha mirado con muy buenos ojos a este hijo del Cáucaso. Es justamente su origen caucásico el que despierta reticencias en los nacionalistas, que después de la traumática experiencia de Stalin desconfían de todos los sureños de Rusia. Además de su origen, Jasbulátov tiene otros rasgos comunes con el sangriento dictador, como su afición por las pipas, de las que tiene una amplia colección en su casa. Verdad es que Jasbulátov trata por todos los medios de que no se le fotografíe fumando para evitar que se refuerce su analogía con Stalin.
Jasbulátov ha sido muy criticado por trasladarse al piso que antes ocupaba el que fuera amo de la antigua Unión Soviética, Leonid Bréznev. Allí vive en la actualidad con su mujer, Nora, economista como él, sus dos hijos y su anciana madre.
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