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Borís Yeltsin propone borrón y cuenta nueva

Pilar Bonet

Como si no hubiera pasado nada, Borís Yeltsin, el presidente de Rusia, con el rostro enrojecido y los ojos hundidos, apareció ayer ante el Congreso de los Diputados para pedir a los legisladores que olvidaran todas sus disputas y se limitaran a ordenar a los representantes de los máximos poderes del Estado que solucionen sus conflictos en el plazo de una semana. Los asistentes al Congreso, que se habían reunido en sesión extraordinaria para estudiar la procedencia de destituir al presidente, miraban atónitos al líder ruso, con gestos que iban desde la incredulidad al pasmo, pasando por la preocupación y la censura.

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El Congreso de los Diputados vuelve a reunirse hoy en el Kremlin. Hasta el momento de la inusitada intervención presidencial, los legisladores avanzaban hacia un compromiso para determinar las preguntas que se iban a incluir en un referéndum sobre el que ayer existía un amplio consenso, así como el modo de evaluar los resultados."Estamos en una república joven y en crecimiento", señaló Yeltsin para justificar las transgresiones de la Constitución que, según afirmó, han cometido los representantes de todos los sectores del poder, comenzando por el mismo presidente. El jefe del Parlamento, Ruslán Jasbulátov; el presidente del Tribunal Constitucional, Valeri Zorkin, y el presidente son culpables de la crisis, señaló Yeltsin, hablando en un tono de voz inusual y vacilante.

El presidente propuso, en cambio, otra resolución de dos puntos: que el Congreso se diera por enterado del veredicto del Tribunal Constitucional y que los máximos dirigentes del Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, en compañía del jefe del Gobierno, Víktor Chernomirdin, llegaran a un acuerdo en el plazo de una semana. "Con esto tranquilizaremos al pueblo y nos tranquilizaremos nosotros", afirmó Yeltsin.

"Tenemos que salir de esta sala diciendo que hemos logrado mantener la confianza y el acuerdo, y pedir a los ciudadanos rusos que se tranquilicen". Yeltsin comentó también que estaba dispuesto a considerar los argumentos de quienes piden que introduzca cambios personales en su entorno y efectuar relevos en el Gobierno. El presidente matizó, sin embargo, que una ampliación de la base social del Gabinete no significa un Gobierno de coalición.

El jurista VIadímir Isákov, uno de los dirigentes del grupo de oposición Unidad Rusa, ocupó inmediatamente la tribuna que acababa de abandonar Yeltsin para pedir, al igual que lo hizo la diputada María Sorókina, que el presidente fuera destituido. Sobre Yeltsin planeaba así de nuevo la moción de cese que había conseguido superar por la mañana, cuando la votación correspondiente no consiguió la mayoría de dos tercios necesaria para prosperar. Un total de 475 diputados habían votado a favor, mientras 337 lo hicieron en contra y 46 se abstuvieron.

Sospechas de embriaguez

"Siento una profunda vergüenza", dijo Isákov, que en el pasado había sido uno de los miembros del equipo presidencial. El diputado obligó a sus colegas a imaginar que el presidente Richard Nixon, en vez de dimitir por temor a la destitución en 1974, se hubiera empeñado en someterse al voto de confianza del pueblo y hubiera afirmado que no acataba la Constitución de Jefferson por no haberla jurado.

María Sorókina, la representante de Yeltsin en la provincia de Lipetsk, acusó indirectamente al presidente de estar embriagado. "Camaradas diputados, y, sobre todo, señores diputados, ¿hasta cuándo vamos a aguantar aquí esta vergüenza? ¿Dónde está la señora Denisenko, que se acuerde de la reunión del Sóviet Supremo? El resto díganlo ustedes". Sorókina se refería a una sesión del Parlamento celebrada en otoño de 1992, en la cual Jasbulátov tuvo que ser retirado de la sala porque no podía ni hablar ni caminar. En aquella ocasión, Bela Denisenko, médico de profesión, visitó al presidente del Parlamento en sus aposentos y le acusó públicamente, después, de estar borracho. La explicación oficial fue que Jasbulátov tenía un problema de tensión.

En la sesión de ayer Yeltsin pidió al Congreso que no aprobara la resolución que estaba debatiendo. Ésta acusaba al presidente de haber transgredido la Constitución y trataba de privarle de sus colaboradores más allegados, así como de eliminar el Centro Federal de Prensa, la institución que habría de servir de apoyo propagandístico para el referéndum del 25 de abril, en caso de que éste llegue a celebrarse.

De otro lado, representantes de diversas regiones de la Federación Rusa anunciaron ayer que habían creado un nuevo organismo, el llamado Consejo de la Federación, una entidad consultiva que nace con vocación de influir en la política del Estado. Este Consejo es el intento de integración de más envergadura registrado hasta ahora al margen de las instituciones centrales de poder. El organismo reúne nada menos que 73 sujetos territoriales de los 89 que componen la actual Federación Rusa.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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