Voto en blanco, voto de castigo
Los votos nulos y en blanco han alcanzado, en la primera vuelta de las legislativas francesas, un porcentaje récord: 1.417.774 franceses, un 5,27% de quienes acudieron a las urnas, expresaron así su desacuerdo con todas las candidaturas presentadas.Si se comparan esa cifra y porcentaje con los del año 1988, cuando los socialistas recuperaron el poder, o con el de 1981, cuando el Partido Socialista (PS) acababa de llegar a la presidencia, no es difícil establecer una relación entre este tipo de voto de protesta y los éxitos o fracasos de la izquierda.
En 1981, los nulos o blancos fueron tan sólo el 1,42% y en 1988 se quedaron en 2,05%. Si ahora el porcentaje se multiplicara por 5 o por 3, hasta superar los votos de los Verdes o de Generación Ecología, se debe a que muchos ciudadanos desean castigar a la izquierda socialista sin depositar su confianza en otros programas.
Así, por ejemplo, es impresionante comprobar que Paul Quilés, ministro del Interior y ex diputado por París que ahora se ha presentado por el Tarn ha obtenido un 20% menos de votos que su predecesor y ha hecho subir los blancos y nulos hasta un 7,5%.
La derecha no ha avanzado -pues su porcentaje de votos es inferior al de 1981, cuando fue derrotada-, pero ha ganado abrumadoramente debido a que el PS ha perdido cuatro millones de votos respecto a 1988. ¿Dónde han ido? La abstención, con ser importante (31%), no explica nada porque en 1988 fue aún mayor (34%).
Ocurre que casi un 18% de votos potenciales de izquierda -quienes ahora los han recogido no llegaron en las elecciones de 1988 al 4% de los sufragios- se han volatilizado para el PS. Son más de cuatro millones de papeletas.
En cambio se sabe que las dos formaciones ecologistas oficiales (7,8%) han heredado votantes socialistas descontentos y una pequeña parte de gente cansada de la politiquería; los verdes radicales (3,1%) puede que también hayan arañado unos miles de votos, al igual que la extrema izquierda (1,7%), harta de votar al mal menor.
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