Menearse
El Palacio de Deportes de Madrid se va a llenar esta noche -eso espero- de gente de todos los colores. En varios idiomas se va a expresar la lengua única de la solidaridad, y con mucha música, música de la buena, van a menear las caderas los partidarios del gazpacho racial, del mestizaje. Meneítos contra el racismo y la xenofobia, meneítos de amistad y de amor. Porque una cosa es bien cierta: las caderas unidas jamás serán vencidas, y si lo son, que les quiten lo meneao.
Si todos esos tipos que se dedican a medir cráneos, comparar pieles y -sobre todo- investigar bolsillos -no he visto nunca a un jeque kuwaití perseguido por ser distinto- invirtieran su tiempo en agitar el culo al son de un ritmito peleón, este mundo sería bastante más entretenido y, desde luego, mucho más habitable.
El merengazo espectacular de los dominicanos Hermanos Rosario y la marcha de Ketama, el garbo de Académica Palanca y el punto pop de Ramoncín vienen el pelo para lanzar a los cuatro vientos el eslogan de que el mejunje es bello, y la verdad de que en el cruce, y no en la divergencia, está la fuerza del cariño. Blancos, negros, amarillos, morenos, rojos, coloreados, gallegos, gachupines, charnegos, payos, gitanos, gringos, sudacas, centroacas, norteacas y señoras con rulos deberíamos sudar en común esta noche, piel contra piel y todos en lo mismo.
El festival ofrece la oportunidad de darle a la palabra cooperación un significado de ida y vuelta, y además brinda ocasión de cohabitar, verbo que hasta el momento sólo conjugan ciertos políticos cuando tienen miedo de quedarse sin el pupitre. Los que no tenemos nada que perder, excepto que perder, podemos darnos el gustazo de clausurar para siempre las habitaciones de servicio y abrir de par en par los salones.
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