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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un punto de luz

COMO HABÍA sido ampliamente anticipado, una vez suscrito el Pacto de Solidaridad, el Bundesbank ha decidido la reducción de su tasa de descuento. Más allá de la limitada magnitud en que ésta se ha producido (medio punto, hasta quedar situada en el 7,5%), e, de su solitaria modificación sin hacer lo propio sobre la denominada tasa lombard (tipo de interés que el banco central alemán aplica en la financiación al sistema bancario mediante facilidades crediticias consideradas de emergencia, y que lo mantuvo inalterado en el 9%), esa decisión constituye una señal favorable en la dirección de la gradual relajación asumida por ese banco central.En primer lugar, porque al reducir el coste del dinero en Alemania puede contribuir a disminuir los efectos de la recesión que está experimentando la más importante economía europea. En segundo lugar, y no menos importante, porque permite reducir las tensiones monetarias en otros países dado el elevado grado de interdependencia de las economías desarrolladas. Una reducción necesaria para asentar sus respectivas posibilidades de recuperación. Además se evitan tensiones mayores en el seno del mecanismo de cambios del Sistema Monetario Europeo (SME), en especial de aquellas monedas que, como el franco francés o la peseta, no han conseguido superar la crisis iniciada el pasado septiembre.

La decisión del Bundesbank pone también de manifiesto su apoyo a la suscripción del Pacto de Solidaridad alcanzado el pasado fin de semana. Sin menoscabo de la significación económica de los acuerdos que conforman ese pacto global (en el que han participado el Gobierno central, los 16 lünder, los representantes empresariales y los sindicatos), su verdadera trascendencia es de naturaleza política.

El Pacto de Solidaridad contiene enseñanzas muy positivas en este complicado final de siglo: afianza la cohesión necesaria entre los Gobiernos regionales para hacer frente a los costes asociados a la absorción de la extinta RDA y reduce significativamente la incertidumbre. Es cierto que el Programa de Consolidación Federal, eje fundamental de dicho pacto, no hace sino reconocer ese mayor esfuerzo presupuestario necesario para digerir la asimilación de los lánder orientales, lo que implicará, entre otras impopulares medidas -a partir de 1995-, el regreso del aumento en un 7,5% en el IRPF y la subida en algunas figuras de imposición indirecta.

Independientemente de la dimensión institucional de ese acuerdo, el alcanzado previamente entre empresarios y trabajadores pone también de manifiesto algunas implicaciones favorables: los sindicatos han aceptado aumentos salariales en torno al 3%, significativamente por debajo de la inflación existente en aquel país. Las grandes centrales sindicales han hecho honor a esa tradición de colaboración constructiva que posibilitó el famoso milagro económico alemán, dejando a un lado la conflictividad que dominó en 1992. No menos responsable ha sido la actitud de la patronal alemana -la Federación de la Industria Alemana (BDI) y la Federación de Cámaras de Comercio (DHIT), fundamentalmente- al presentar al Gobierno su plan de inversiones en la extinta RDA. Un plan que alcanzará los 130.000 millones de marcos durante 1993, al tiempo que se aumentan los planes de formación profesional en el Este y las adquisiciones de productos originarios de aquellos lánder. La banca y las compañías aseguradoras han comprometido igualmente su contribución a la financiación del amplio proceso de privatizaciones en la antigua Alemania Oriental y a la construcción de viviendas.

Un acuerdo, en definitiva, que, sin menoscabo de la conservación de la política antiinflacionista del Bundesbank y de su independencia política, le ha permitido aligerar las restricciones que su política monetaria ejerce sobre el conjunto de las economías europeas. Una señal que, pese a no eliminar en modo alguno los restantes factores de incertidumbre que pesan sobre esas economías, aporta un punto de luz en un contexto sombrío en el que domina un pesimismo sobre las expectativas de evolución de las economías y, más localmente, aquí en España, sobre las posibilidades de afrontar con el máximo consenso posible la salida de una de las peores encrucijadas ante la que se encuentra nuestra economía.

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