_
_
_
_

El Ejército indio se despliega en Bombay para evitar luchas interétnicas

Los almuédanos llamaron ayer, como cada viernes a mediodía, a la oración a los dos millones de musulmanes que viven en Bombay, mientras un espeso silencio se adueñó por unos instantes del puerto más importante de la India. Ocho columnas de¡ Ejército fueron desplegadas, no sólo con la intención de prevenir enfrentamientos, sino para intentar hacer gobernable a esta ciudad de más de 11 millones de habitantes. En Calcuta, mientras tanto, un artefacto de fabricación artesanal estalló en una estación. Una persona murió y 12 resultaron heridas, informa Reuter.

ENVIADA ESPECIAL

Los servicios secretos habían expresado su temor a que se repitieran, a la semana justa, los atentados con bomba que dejaron el viernes pasado a 246 personas muertas y 1.200 heridas. Afortunadamente, lo único que explotó durante toda la jornada fue un pequeño artefacto casero colocado en una motocicleta que no produjo víctima alguna.Las medidas de seguridad eran estrechísimas y guardias con detectores de metales vigilaban las entradas de edificios públicos, hoteles y oficinas de empresas extranjeras.

Sin embargo, los esfuerzos para mostrar que reina la normalidad son enormes. Bombay recupera el vertiginoso ritmo que la convirtió en el pulmón económico de India y no se deja impresionar. "No sé lo que buscaban los que pusieron las bombas, pero lo único que han conseguido es demostrar que tenemos un fuerte capacidad de recuperación", decía A. K. Dubash, uno de los grandes industriales de la ciudad.

Para Vijaykumar Davalia, de 65 años, y ya jubilado de su trabajo de administrativo, no hay duda de que detrás de las 13 bombas que explotaron el llamado viernes negro se encuentra una "mano extranjera que quiere desestabilizar India".

Esta es la tesis comúnmente defendida por el Gobierno, que frecuentemente recurre a echar las culpas más allá de las fronteras cuando no halla explicaciones, o cuando éstas pueden resultar comprometedoras para la cada día más difícil coexistencia étnica en el país.

Ashit Shah, agente de Bolsa de 32 años, está convencido de que la oleada de atentados no ha acabado, pero se siente tranquilo y el viernes no abandonó el edificio hasta tener bien cerrada su oficina. Shah es un hindú, y tal vez parte de su sangre fría le venga de ser miembro de la mayoría que puebla India. A las puertas de la Bolsa un inversor de 34 años, con la barba típica de los musulmanes, se niega a confesar su religión o decir su nombre "en medio de tanta gente y frente a las consecuencias de una de las bombas".

Por el momento todos los detenidos son musulmanes, hombres conectados con el hampa de esta gran ciudad, que por 5 o 10.000 rupias (una rupia equivale a algo menos de cuatro pesetas) se prestaron a conducir o colocar los coches bomba o las maletas cargadas de explosivos. Para el jefe de la policía de Bombay los responsables directos de la matanza son miembros de la familia Memon, que huyó a Dubai ese mismo día. A los Memon se les atribuyen con la droga que viene de Pakistán.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_