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La derecha pretende reconquistar a los intelectuales

El apoyo del Estado francés al mundo de la cultura no es una idea de izquierdas. No fue Jack Lang el inventor del Ministerio de Cultura, sino, a finales de los años cincuenta, el escritor André MaLraux, amigo y admirador del general De Gaulle. Esa idea es clave para comprender por qué la derecha francesa tiene fundadas esperanzas de superar el divorcio existente en las últimas dos décadas entre la mayoría de sus líderes y el mundo de la cultura.El pasado 29 de enero, la gaullista Agrupación para la República (RPR) comenzó su reconquista del mundo de la cultura. Jacques Chirac dio cita en la parisiense Maison de la Chirnie a artistas, escritores e intelectuales. Un centenar de personas respondieron a la convocatoria, entre ellas el cineasta Jean-Jacques Beneix, el guionista Jean-Claude Carriére y el editor Yves Berger. La sorpresa de la reunión fue la presencia del ex maoísta Philippe Sollers.

"Los artistas e intelectuales ya no satanizan a la derecha, no temen su vuelta al poder", afirma en Le Point Jean-François Lacan. En buena medida, el mérito es de Alain Juppé. El secretario general del RPR acaba de publicar un libro titulado La tentación di? Venecia. Es un relato autobiográfico en el que Juppé confiesa que en muchas ocasiones tiene ganas de enviar la política a freír espárragos y largarse a la ciudad adriática.

Mayo del 68 abrió un foso entre la derecha y el mundo intelectual. Olvidándose de Malraux, la derecha asumió la idea de que los profesionales de la cultura sólo deben trabajar para el sector privado. El socialista François Mitterrand se encontró con que nadie le disputaba el papel de un nuevo Luis XIV protector del mundo de las artes y las letras.

Pero una serie de alcaldes han mejorado la imagen del centro y la derecha en el mundo intelectual. Jean Bousquet, en Nimes; Alain Carignon, en Grenoble; Bernard Bosson, en Nancy, o Dominique Perben, en Chálon-sur-Saone, se han rodeado en los últimos años de diseñadores, arquitectos, bailarines, cineastas y pintores. Entre tanto, la megalomanía de Lang, sumo sacerdote de la gauche caviar, ha ido deteriorando su prestigio.

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