Plantá
La plantá se celebró anoche, en Valencia, con inusitado alborozo. Siglos llevan los valencianos plantando fallas, luego quemándolas, y sin embargo cada año lo hacen con la ilusión del primer día. Ya ha llovido desde los orígenes aquellos en que tiraban la estoreta velleta y otros trastos a la falla de Sant Josep para pegarles fuego, hasta la munificencia actual de las fallas, que son monumento y tradición, reportaje y editorial, ensayo costumbrista, antropológico y filosófico.
Cualquier gusto y tendencia encuentra satisfacción en el recorrido fallero. La falla de la Plaga de la Mercè ¿presenta un brujo invocando conjuros que sanen la sociedad enferma. La de L'Aritiga de Campanar se titula "Valencia en marcha", pero quiere decir marcha atrás, pues se sustenta en un cangrejo y denuncia la marginación de la valenciana frente al poder central y las presiones de los nacionalismos históricos. La de Obispo Amigo-Cuenca tiene unos buitres rapiñando billetes de banco, y no hace falta decir más para que todo el mundo lo entienda. La inquietud ecológica no podía faltar y mientras una falla se preocupa del deterioro de la vecina Albufera, otra lamenta el de la Antártida, que queda un poco más allá.
Dentro de cuatro días quemarán las fallas en la gran fiesta de la nit del foc, y gentes de fuera confundirán su sentido purificador con una locura. Pero no es una locura. Y si se tratara de eso, tampoco sería malo. Frente a la compostura y la gravedad trascendente que exigen del hombre ciertos intelectuales y moralistas inflexibles, san Agustín tuvo no se sabe si una revelación o una salida de pata de banco, y lo dejó escrito: "Hacer el loco una vez al año es saludable". Bueno, en realidad lo que escribió fue: "Tolerabile est semel anno insanire", que viene a significar lo mismo, y además, dicho así, manda bemoles.
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