Australia, ¿monarquia o repüblica?
La mayoría considera anacrónico tener como jefe de Estado a la reina de Inglaterra
Susan Tompking, que pertenece a una familia de patricios bien instalada en la judicatura nacional, recuerda con cierta sorna que su primer antepasado en Australia fue un recluso británico que cumplió condena en la colonia penitenciaria establecida, por el Reino Unido en Oceanía. "No se lo diga a nadie". Susan es una intelectual que coincide con el primer ministro laborista, Paul Keating, en calificar de anacrónico el hecho de que el jefe del Estado australiano sea todavía la reina de Inglaterra. Keating ha prometido en la presente campaña electoral someter a referéndum la actual monarquía.
"No nos quita el sueño este asunto, ni significa renegar de nuestros orígenes, pero creo que somos lo suficientemente adultos como para prescindir de símbolos innecesarios. Nuestra bandera todavía recoge en una esquina la bandera británica", se lamenta Susan Tompking.Las monedas y los billetes australianos son acuñados con la imagen de la reina Isabel II. La crisis económica es el punto central en las elecciones del próximo día 13, pero el llamamiento de Keating a cortar con dos siglos de vínculos constitucionales con la monarquía británica activó una vieja polémica.
A pesar de que, según el último sondeo, sólo una tercera parte de los australianos quiere conservar la monarquía constitucional más allá del año 2001, la reforma constitucional que posibilitaría el cambio precisa de una mayoría en todos los Estados.Algunos, como Tasmania, son marcadamente monárquicos.
El movimiento republicano, que gozó de gran fuerza un siglo atrás y languideció después, renació en 1991. Keneally es uno de sus miembros más prominentes. "No tenemos un jefe de Estado que sea australiano y, por tanto, pueda hablar de nuestros problemas como un ciudadano más del país", dice. "La situación se agrava desde el momento en que el rey tiene que pronunciarse sobre un acuerdo comercial (Comunidad Europea) que nos excluye. Creemos que en una república los ciudadanos se sentirán más patriotas".
El movimiento, integrado por destacados académicos, escritores y hombres de negocios, propone respetar la especial relación con el Reino Unido y el parlamentarismo tipo Westminster. Se trataría, fundamentalmente, de colocar en el puesto de gobernador general, que ahora representa a la reina de Inglaterra, a un ciudadano australiano. "¿Por qué se ha de pedir al gobernador o a los miembros del Parlamento un juramento de lealtad a la reina en lugar de expresar nuestra lealtad al país?", agrega Keneally.
La población australiana fue mayoritariamente de origen anglosajón hasta finales de los años sesenta, y la monarquía se consideró hasta entonces una institución útil que vinculó al entonces próspero país con el Reino Unido en una tranquilizadora alianza frente a posibles amenazas japonesas o chinas. Después de la II Guerra Mundial, y durante la guerra fría, la relación fue más fuerte con Estados Unidos. La entrada del Reino Unido en la Comunidad Europea, los crecientes nexos comerciales de Australia con Japón, la emigración de la Europa continental y, fundamentalmente, el fuerte ritmo de entrada de asiáticos han reducido el desequilibrio y debilitado la fuerza británica en este país, todavía fuerte. El apoyo a la monarquía también cayó. Susan Tompking reconoce su indiferencia hacia el Reino Unido. "Después de todo, mi familia llegó aquí hace 160 años. Mucho tiempo. Creo además que la mayoría de los intelectuales son republicanos".
En su opinión, son los católicos procedentes de Irlanda, entre ellos el primer ministro, quienes encabezan la campaña en apoyo de una república. "Es inevitable que Australia llegue a convertirse en una república", aseguró Susan Keating.
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