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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Campaña sin pasión

SON TAN aplastantes los datos de los sondeos sobre el éxito de la derecha en las inminentes elecciones legislativas francesas, que la campana carece de suspense. Todo el mundo sabe más o menos lo que va a pasar; los socialistas han admitido su posible derrota. La Agrupación por la República (RPR), de los gaullistas y de Chirac, y la Unión por la Democracia Francesa (UDF), de Giscard d'Estaing y de los centristas, presentarán un candidato único en 497 de las 577 circunscripciones electorales. Con ello dan una sensación de unidad sin duda muy ventajosa a efectos electorales, aunque es poco probable que dure mucho.Desde ahora, las principales polémicas en el seno de la derecha se refieren no tanto a cómo administrar la descontada victoria, sino a las complicaciones de la elección presidencial fijada para 1995. El gran problema de la derecha es formar un Gobierno en una situación cargada de dificultades como la actual, pero que dispondrá de poco tiempo para gobernar. Enseguida caerán sobre él las exigencias de los candidatos al Elíseo, que exigirán las medidas que más interesen a su campaña, colocando en segundo plano el cumplimiento de unos compromisos de política de rigor. Giscard d'Estaing ya ha lanzado desde Le Monde una advertencia a Chirac: la derecha deberá ir al Gobierno a "hacerlo bien", no a provocar una crisis con el presidente de la República. A Chirac, en cambio, que no piensa ocupar cargo de gobierno, puede interesarle provocar una crisis con Mitterrand para imponer un adelanto de la elección residencial. Sería un juego peligroso, porque en el RPR el sector antieuropeísta es fuerte, y una crisis francesa de ese género podría complicar aún más la marcha hacia la unidad europea económica y monetaria.

En la izquierda, el big bang de Rocard -además de sus pretensiones estratégicas- ha tenido un efecto inmediato frenando la tendencia a la caída del voto socialista. Ha aparecido una razón de votar socialista, no para continuar lo anterior, sino para liquidarlo y abrir una etapa completamente nueva. Los sondeos apuntan un ligero crecimiento de los socialistas, si bien no cabe pensar que ello pueda contener el impulso victorioso de la derecha.

.Por otra parte, la situación económica, las amenazas sobre el franco, son factores que inevitablemente influirán sobre el voto, si bien ese terreno no sea especialmente abonado para la pugna entre los partidos. Los socialistas han practicado en los últimos años una, política anclada en la ortodoxia, y quizá por ello la situación de la economía francesa no presente un balance tan adverso como el de otras economías europeas. De hecho, esa economía tiene, entre las europeas, las mejores condiciones relativas -precios, déficit público, etcétera- y está en condiciones de abordar la unión económica y monetaria sin problemas. Sólo el paro creciente, fenómeno genérico en Europa, aporta sombras, como consecuencia de la evidente desaceleración del ritmo de crecimiento de la economía. De hecho, las previsiones para el primer semestre del año son de un cierto estancamiento del crecimiento económico, según acaba de reconocer el Instituto de Estadística de aquel país.

Las presiones de los mercados de divisas sobre el franco francés en el contexto de la reciente crisis del Sistema Monetario Europeo (SME) no son explicables desde estrictos criterios económicos. Son los elementos de ambigüedad generados por la coalición de derechas sobre su voluntad acerca del futuro del franco en el SME (dentro o fuera; fuerte o débil) los que han incidido en mayor medida en la generación de incertidumbre.

Por otro lado, el programa de gobierno de la coalición de derechas ha abandonado los tópicos de otras fuerzas políticas ideológicamente próximas de otros países: no exhibe ese ultraliberalismo rancio que hace tabla rasa de las conquistas sociales. Se muestra sensible: al paro (promete fomento del empleo, aunque en gran medida con los fondos que obtengan de algunas privatizaciones), ha comprometido el mantenimiento de los sistemas de protección social, etcétera. Incluso es comedido en las privatizaciones: éstas no afectarán a las empresas públicas de teléfonos, transporte y energía.

La clave, por tanto, de las orientaciones de política económica radica en gran medida en el mantenimiento de los compromisos con la disciplina del SME. Aunque los primeros espadas de la derecha lo han garantizado, las reticencias de otras figuras de esos partidos son fuertes. Confiemos en que, a medida que se acerque la fecha de las elecciones y, en concreto, de la formación del nuevo Gobierno, se aclara esa ambigüedad. Para ello será importante que el Bundesbank colabore con una reducción de los tipos oficiales de interés.

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