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Insomnio y depresión

El insomnio, sigue siendo un gran problema en las largas estancias antárticas, asociado a esas sensaciones de depresión durante el invierno que se resuelven espontáneamente en verano. Dado que el invierno antártico se caracteriza por una noche perpetua que dura meses, se cree que esta irregularidad en la longitud de los días provoca una alteración de la sincronía de los relojes biológicos internos.La depresión invernal en las regiones polares se ha curado mediante la simple exposición durante dos horas al día a una luz artificial de alta intensidad. Este tratamiento se utiliza con éxito en el Reino Unido con los pacientes aquejados por el trastorno afectivo estacional (TAE), de características muy similares. El TAE puede ser el equivalente moderno de la fiebre de la cabaña que afectaba durante el invierno a comunidades que vivían en lugares remotos y a la que se achacaba su reputación de asesinos y suicidas.

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La supervivencia en el hielo

Comparados con estos problemas psiquiátricos, los trastornos físicos en la Antártida son relativamente escasos; las bacterias no sobreviven a este frío extremo, pero se ha observado que, a bajas temperaturas, el esmalte de los dientes tiende a cascarse, lo cual supone que a veces es más útil un dentista que un médico.

En algunas zonas del continente, la capa de hielo supera los tres kilómetros de espesor, lo que hace que la Antártida sea una de las regiones del mundo más elevadas sobre el nivel del mar. El oxígeno disponible en el polo sur es equivalente al que hay en una cadena montañosa de 3.000 metros, por lo que es frecuente el mal de altura. Los síntomas incluyen dolores de cabeza, mareos, vómitos, fatiga, respiración acelerada y deshidratación.

Pero, a pesar de todos estos problemas, muchas personas, científicos o técnicos que trabajan en las distintas bases allí establecidas], vuelven a solicitar un destino en la Antártida. Parece que el aislamiento y las dificultades favorecen la creación de vínculos fuertes y muy íntimos entre los compañeros, lazos recíprocos de interés y responsabilidad que los viajeros antárticos echan de menos en la sociedad urbana.

A pesar de su lejanía, la Antártida encierra muchas lecciones. Encima de su superficie, nos enseña que dependemos de la solidez de su capa de ozono; en su superficie, sigue enseñándonos, mejor que ningún psiquiatra, la verdadera calidad del espíritu humano.

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