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Trucos del oficio

Carlos Arribas

"La vista engaña", asegura el linier internacional Sergi Albert Jiménez. Un juez de línea puede correr más que cualquier delantero, estar siempre en su sitio y tener unos reflejos rápidos como un rayo, y, sin embargo, equivocarse. Los linieres luchan contra una tarea imposible, contra las trampas que les ponen defensas y delanteros y contra hechos inmutables. No hay más remedio que aprender de la experiencia y fiarse del instinto para sobrevivir.Por ejemplo, un delantero corpulento es mala inversión. "Si tienes en primer plano a un delantero grande que te tapa toda la visión, levantas el banderín para desesperarte al instante. Detrás de él había un defensa que anulaba el fuera de juego", explica Albert.

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Las artimañas típicas de defensas y delanteros las conocen por repetidas. Así, todos saben que desde sus tiempos en el Albacete Benito Floro coloca siempre a dos jugadores en fuera de juego. En el Madrid, Butragueño y Zamorano se ponen varios metros por detrás de los defensas. Ante envíos largos, el Iinier levanta el banderín. La defensa se confía. Pero, de repente, Martín Vázquez rompe la situación antirreglamentaria entrando por la izquierda con el balón controlado. Los defensores se vuelven hacia el linier para reclamar offside. En ese tiempo, Butragueño y Zamorano están en situación legal, en la boca del gol esperando el pase del compañero con metros de ventaja sobre los defensa, que se han quedado parados.

Tradición

Los linieres se pasan de uno a otro normas no escritas. Una de ellas es la que más molesta a delanteros y aficionados: "En caso de duda, más vale levantar el banderín y equivocarse". Uno de los jueces de línea de Díaz Vega, adepto a esa ley, tiene tan mosqueado a Stoichkov que cuando le ve antes de los partidos le dice: "¿Otra vez tú?".

En estadios grandes y llenos de público, el linier nunca oye la patada al balón, dato por el que se podrían guiar para saber cuándo se da el pase. Así, buscan un antídoto. Los reglamentos dicen que deben estar en línea con el último defensa y seguir con la vista el balón, pero entonces no ven la línea. Albert prefiere quedarse entre 15 y 50 centímetros por detrás de los defensas para tener una mejor perspectiva -y siempre mirando a los jugadores, sobre todo cuando son delanteros rápidos, como Zamorano, Stoichkov o Begiristain

Y, sobre todo, nunca fiarse de la vista. "Tienes que estar frío y pensando. Hacer lo que te diga el corazón. Es necesario sentir el fuera de juego, no verlo. Cuando caigo en la tentación de fiarme de la vista, siempre acabo diciéndome: 'La has cagado", cuenta Albert.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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