El divorcio de los belgas
La reforma constitucional crea un Estado federal, a un paso del desmembramiento
La reforma constitucional belga implica, según muchas opiniones, un paso más hacia la desintegración del país. Sin embargo, la declaración del Estado federal belga establece fronteras territoriales al federalismo lingüístico entre flamencos y valones. Hay tres regiones: Flandes, Valonia y Bruselas, que se sirve de su futuro de capital federal europea para resistir el asalto del flamenquismo radical contra lo que es un enclave francófono en pleno territorio flamenco. La provincia de Brabante queda dividida en dos.
El divorcio de los belgas, si divorcio hay, empezó hace más de 20 años. Culmina ahora con la declaración del Estado federal. Para unos es el punto final y ya no es posible ir más allá: no hay divorcio, sino convivencia pacífica bajo el techo común federal. Para otros, en cambio, es sólo un paso más hacia la separación plena. Unos afirman que Bélgica seguirá existiendo precisamente si triunfa la reforma. Otros, que no ha existido nunca. Y unos terceros, los más doloridos y nostálgicos, que ha dejado de existir.La primera ley lingüística en favor de la lengua neerlandesa data de 1883. La última reforma constitucional se debate y vota estos días en el Parlamento. Ésta es una breve guía para ayudar a orientarse en un país laberíntico y de compleja vida política, que se halla ahora en un momento decisivo de su his toria.
Brabante
Esta reforma es separatista, no hay duda. Escinde en dos una de las provincias más cargadas de historia en Europa, Brabante: el Brabante valón en el sur y el Brabante flamenco en el norte, con un enclave bilingüe que es la casi región de Bruselas. Cada una de ellas se incorpora a su región lingüística respectiva, aunque la parte flamenca contará con un gobernador adjunto únicamente ocupado de salvaguardar los derechos de los habitantes de los municipios "con facilidad lingüística", en los que Ios ciudadanos de habla francesa no están obligados a conocer el flamenco y a dirigirse a la Administración en la lengua oficial y única de la región.
Bruselas
Más que una región, es a la vez bisagra y manzana de discordia entre flamencos y valones. La prueba es que ciudadanos de Bruselas pueden formar parte de las instituciones de autogobierno flamenco o valón (6 diputados flamencos y 19 francófonos de Bruselas tendrán escaño en sus respectivas asambleas). No es posible lo contrario, ni tampoco es posible que ciudadanos de una región o comunidad participen en la vida Institucional de la otra, cosa que hasta ahora sucedía.
En el fondo, lo que se juega es el futuro de una frontera lingüística, en la que se ha introducido la anormalidad de una capital donde la asimilación francófona es del 80% de la población. Su futuro de capital federal europea puede ayudar al apaciguamiento: en la medida en que el Estado belga se vacíe de competencias, absorbidas por la Unión Europea, la propia Bruselas adquirirá más relieve y fuerza política y será más difícil su asalto por el flamenquismo radical.
Doble federalismo
El sistema belga constituye un modelo de federalismo doble: territorial y lingüístico, que debe resolver con auténticas contorsiones jurídicas y políticas, a veces dolorosas, los solapamientos que se producen en la frontera lingüística y en Bruselas, fuertemente afrancesada gracias a su capitalidad, y desde los años cincuenta, a la importante presencia de extranjeros más propensos a utilizar el francés que el neerlandés. Hay así tres regiones: Flandes, Valonia y Bruselas. Tres comunidades: la flamenca, la francófona y la alemana, que ejercen sus competencias sobre cuatro áreas lingüísticas geográficamente delimitadas: flamenca, valona, alemana y bilingüe. Las comunidades se ocupan de las cuestiones vinculadas a la lengua -enseñanza y cultura- y de políticas personalizables -asistencia social, protección de la juventud, asistencia sanitaria o política familiar-. Las otras competencias, más relacionadas con el territorio, dependen de las regiones.
Federafismo léxico
Una parte de la reforma es meramente léxica y sirve para actualizar los nombres de instituciones ya existentes, creados en alguna de las anteriores reformas de la Constitución. Toda la Constitución pasa así por un filtro que convierte a la "autoridad nacional" en "autoridad federal", y certifica, en su artículo primero, que Bélgica es un Estado federal.
Otras expresiones, un tanto eufemísticas, sufren también un lavado de cara: en vez de "Ejecutivo" de comunidad o de región, ahora será "Gobierno". Las palabras van detrás de las cosas en este país, no como sucede en otros. Después de tener Gobiernos regionales y comunitarios durante años, llega una reforma para darles el nombre que merecen. Aunque después de 22 años de Estado casi federal, no son pocos quienes piensan que con esta reforma se va más allá del Estado federal y se roza la confederación y la independencia.
Financiación
El federalismo belga es de gasto más que de recaudación. Las regiones y comunidades tienen una capacidad recaudadora muy limitada, en la que se incluyen el impuesto sobre aparatos de televisión, derechos sucesorios, impuesto sobre el juego, o determinadas tasas sobre apertura de establecimientos de venta de bebidas. El grueso de la recaudación, el IVA y el IRPF, corre a cargo del Estado, que luego transfiere a regiones y comunidades las cantidades correspondientes a las competencias que gestionan. El conjunto de las transferencias significa un 40% de los presupuestos del Estado. El sistema de reparto tiene en cuenta la recaudación del IVA en cada región y comunidad, pero también el crecimiento del PNB, para no crear una divergencia progresiva entre recaudación y retorno de transferencias. La reforma no aporta grandes novedades ni enormes caudales a las entidades federadas.
Poderes regionales
Los consejos o parlamentos estaban formados hasta ahora por diputados y senadores nacionales, una parte de los cuales formaban los Ejecutivos. A partir de ahora se eligen directamente, no hay acumulación de mandatos y no es necesario ser un consejero electo para entrar en el Gobierno de la comunidad o de la región. Esta reforma democratiza y refuerza los poderes regionales y comunitarios, pues permite mayor dedicación y profesionalización. Flandes tendrá un Gobierno y un Parlamento propios, que se ocuparán de las competencias de la región y de la comunidad flamencas, con la salvedad de que los flamencos de Bruselas elegidos a título de la comunidad no participarán en las tareas de gobierno de la región. La región de Valonia tiene un Gobierno y un Parlamento valones. La comunidad francesa, en cambio, es la única que no surge de una elección directa, pero tiene también su Ejecutivo y su Asamblea, en la que participan los ciudadanos de Bruselas. También la comunidad alemana cuenta con su pequeño Gobierno y su Parlamento para los asuntos que afectan a sus 60.000 ciudadanos. Bruselas, finalmente, sigue contando con su Ejecutivo y su Parlamento metropolitanos, y en los asuntos culturales y lingüísticos se gobierna por unos consejos comunitarios coordinados con las comunidades de las lenguas respectivas.
Referéndum
Muchos se pueden preguntar cómo es posible realizar reformas tan profundas sin realizar una consulta directa. La respuesta es jurídica: el referéndum no está contemplado en la Constitución de Bélgica. E histórica: sólo se ha celebrado un referéndum en los 163 años de vida del Estado belga, el que se convocó en 1950 para saber si los ciudadanos querían que regresara Leopoldo III, en el exilio desde la II Guerra Mundial. Aunque el resultado fue positivo para el monarca (57,6% a favor), el padre del actual rey, Balduino, prefirió hacer caso a los que le reprochaban su tibieza ante la invasión nazi y abdicó. La ausencia de consultas populares y la frecuencia de las reformas constitucionales refuerzan el florentinismo de la política belga, hecha toda ella de rocambolescos acuerdos y conspiraciones.
Reformas constitucionales
La actual reforma culmina la iniciada en 1970. En aquella ocasión se encargó la enseñanza a las comunidades francesa, flamenca y alemana, y se inició la transferencia de competencias a las regiones. La estructura de doble federalismo actualmente existente se consolida en la revisión de 1980. Y en 1988 lo más destacado fue la creación de la región de Bruselas capital, bilingüe. Esta cuarta reforma democratiza las entidades regionales y comunitarias, refuerza sus poderes y escinde la provincia de Brabante para dibujar mejor la frontera lingüística. También refuer-
za los poderes de la Cámara de Representantes (federal) y dificulta la moción de censura contra el Gobierno federal.Reparto de competencias
No hay una atribución de nuevas competencias a las regiones y comunidades, salvo en agricultura. Hay ampliación de competencias en relaciones exteriores, que permitirá a las regiones y comunidades la firma de acuerdos internacionales en las materias de su competencia, avalados por el Estado federal, que sigue siendo el único sujeto de derecho internacional. Se amplían también en medio ambiente, comercio exterior, política científica y permisos de trabajo. Las administraciones locales pasan a depender totalmente de las regiones, que ya ejercían una tutela administrativa y proporcionaban los instrumentos de financiación. El Estado se reserva la competencia sobre los ocho municipios "de facilidad lingüística", donde hay una minoría lingüística con derechos reconocidos. Regiones y comunidades amplían también competencias en el campo del derecho penal. Finalmente, la reforma permite la transferencia de competencias entre las distintas entidades federadas, de comunidad a región y viceversa.
Separatismo
Hay muchas ambigüedades en torno al separatismo en Bélgica. Hay separatismo, naturalmente. La extrema derecha flamenca, colaboracionista y antisemita, es claramente separatista, y es bien cierto que ha constituido tradicionalmente la almendra del radicalismo nacionalista flamenco. Pero también ha habido, aunque mucho menos, separatismo valón, los ratachistes, que quieren convertir Valonia en una región de la República Francesa. Pero el miedo a la hegemonía flamenca no parece surgir en la otra parte de su separatismo, sino de su fuerza y su ambición. La función pública y la política se hallan dominadas por los flamencos, que en las clases profesionales se desenvuelven bien en francés, cosa que no sucede con los francófonos, acogidos por lo general a una posición defensiva y hostiles a aprender la otra lengua. El problema no es, por tanto, la separación, sino la progresiva minorización de los francófonos dentro de un Estado cada vez más flamenco.
¿Y qué queda de Bélgica?
En cuanto a competencias del Estado federal, los belgas estarán unidos por la misma seguridad social, la deuda, la política monetaria, el Ejército y la justicia. Algunas de estas competencias pertenecen al proyecto federal europeo, principalmente la moneda, que según el Tratado de Maastricht, pasará a ser competencia del banco central europeo entre 1997 y 1999.
Sólo el Estado belga tiene plena personalidad jurídica a nivel internacional. Las revisiones constitucionales son también competencia de la Cámara de Representantes federal. También las naturalizaciones de ciudadanos extranjeros. Finalmente, quedan el Rey, que constituye un nexo de unión y es un elemento moderador de la vida política belga, y la propia Constitución, que garantiza los derechos de todos los ciudadanos, sin distinción de región o comunidad.
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