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Premios a base de cóctel

La promoción de los candidatos a los Oscar desata una tormentosa polémica en Hollywood

David Trueba

La lluvia de especulaciones que precede a los Oscar otorgados por la Academia de Hollywood ha venido este año acompañada de una verdadera tormenta por la polémica en cuanto a los límites publicitarios a los que pueden llegar los responsables de una película para lograr que sea candidata. El primer aguacero llegó con la protesta de la académica Fay Kanin contra la organización de un cóctel para promocionar El maestro de esgrima, la película de Pedro Olea seleccionada por España a las candidaturas a los Oscar. Según la veterana actriz, los miembros de la Academia eran tentados con tapas a la española para influir en su voto.Por supuesto que la invitación formaba parte de la estrategia publicitaria de la película, pero cualquier candidatura extranjera ha practicado similares formas de darse a conocer. El party es el único modo de reunión social que conoce la civilización hollywoodense.

Como es obvio, donde los profesionales del marketing se han esmerado es en las candidaturas norteamericanas. Los cerca de 5.000 miembros de la Academia han recibido en las últimas semanas más de 40 copias en vídeo de películas estrenadas a lo largo del año. Quentin Tarentino, director de Reservoir dogs (uno de los títulos facilita dos en vídeo), protesta: "Pensar que alguien decida su voto por una película tras verla en vídeo me pone los pelos de punta. Esto convierte a los galardones en un fraude". Sin embargo, distribuidoras y estudios han descubierto la rentabilidad del esfuerzo porque, a fin de cuentas, la selección al Oscar significa, ya en sí misma, dinero.

Hay quien habla incluso de un mercado negro, pues la Academia no facilita las direcciones de sus miembros y cada cual debe ingeniárselas para conseguir hacer llegar los vídeos al mayor número de votantes potenciales. Pese a todo, la práctica más común sigue siendo la de ofrecer entrada gratis a todos los miembros de la Academia.

Para acabar de enrarecer las aguas, la entrega de los Globos de Oro ha sido también puesta en tela de juicio. Estos premios, votados por los 87 miembros de la Asociación de Prensa Cinematográfica extranjera en EE UU, concedieron el galardón de mejor película a Perfume de mujer y el de mejor actor a su protagonista, Al Pacino. Días después saltó la noticia de que el estudio, Universal, había organizado un viaje para la prensa extranjera a Nueva York, donde se les concedió una entrevista con Al Pacino. Para algunos, este gesto influyó en el veredicto.

Habitualmente, las distribuidoras obsequian a la prensa extranjera con un cóctel generoso en canapés y a continuación se distribuye a los periodistas en lo que se conoce como Bound Robin: se les sienta en varias mesas y por el las desfilan los actores y directores, a los que se somete a confusas entrevistas de 20 minutos.

Se producen en estas ocasiones imágenes patéticas, como la que denunciaba el director Rob Reiner en The New York Times: "Lo que más me irrita es cómo se llevan a cabo estas entrevistas. La mayoría de los periodistas acaban pidiéndote hacerse una foto contigo. Y este clima hortera se puede observar en todo lo que rodea los Globos de Oro". Quizá Reiner, derrotado con su película Algunos hombres buenos, haya sido quien más cerca ha estado de la raíz del problema al declarar: "Sencillamente, a la comunidad hollywoodense lo que más le gusta en el mundo es dar y recibir premios".

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