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Torrelavega, fin de un trayecto

La crisis de Sniace agudiza la destrucción del tejido industrial de la ciudad

Javier Moreno

En su desgracia, todas las ciudades en crisis se parecen. Torrelavega, 60.000 habitantes, la segunda ciudad de Cantabria tras Santander, no escapa a esta regla. La ausencia de política industrial en España hace que el detonante de la catástrofe sea siempre idéntico: una gran empresa, de la que dependen numerosos trabajadores, arrastra a la ciudad en su caída. El nombre de la empresa es Sniace. Ochocientos de sus 1.000 trabajadores cumplieron ayer un mes de encierro para cobrar los salarios que les deben y asegurar el puesto de trabajo. Sniace, fabricante de fibras controlada por Banesto hasta hace un año, agoniza. Torrelavega entera mantiene el aliento y ve desmoronarse su futuro.

Miguel Ángel Ricciardiello ha cumplido 50 años durante el encierro. Lleva 36 en Sniace. Encerrados como él están sus hermanos Luis, José Antonio y Juan José. Todos ellos casados y con hijos -Miguel Ángel tiene seis; Luis, siete- Todas las familias en crisis se parecen, también. "¡Esta empresa ha de tener futurol", se asombra Miguel Ángel.Pero,en el Banco Español de Crédito (Banesto), que tradicionalmente ha dirigido Sniace, alguien pensó lo contrario. Tras 12 años de acumular pérdidas -según sus cuentas, 12.800 millones de pesetas-, Banesto decide vender en Bolsa parte del 25% de las acciones que posee de la sociedad. Era febrero de 1992, según el registro de la Comisión Nacional del Mercado de Valores. Unos días más tarde, el 2 de marzo, Sniace suspende pagos.

Banesto acelera entonces su salida: entre el 9 y el 13 de marzo se deshace de la mayor parte de los cinco millones de acciones que le quedan. A 78 pesetas por acción, el banco asegura haber perdido 5.600. millones de pesetas en la operación. Desde entonces, la propiedad real de la empresa se ha difuminado. Ahora el banco afirma que sólo posee el 1%, pero ha pasado en unos días de propietario a principal acreedor: Sniace le debe 6.200 millones. Los acontecimientos se suceden con rapidez: en junio, los Ricciardiello, junto con el resto de trabajadores, dejan de cobrar las 140.000 pesetas mensuales.

Así, hasta hoy. "No es que ya no comamos, pero solo se compra lo absolutamente necesario; el comercio está ínuerto", reflexiona Francisco Ricciardiello, de 20 años, hijo de Miguel Ángel. Su madre tuvo. que cerrar el pequeño comercio que regentaba en La Inmobiliaria, un barrio de Torrelavega en el que habitan muchas familias que vivían del sueldo de Sniace. "Son muchos millones que ya no corren por la ciudad", constata Francisco.

También son muchos los que han compartido el destino de La Barquera, el comercio de su madre. Según Hacienda, más de 450 pequeños negocios, peluquerías, bares, etcétera, han dejado de existir en Torrelavega tan sólo en lo que va de año. Casi un 10% del total registrado en la ciudad. Y lo peor aún no ha llegado. "Esto cae en picado", confirma el administrador de Hacienda en Torrelavega, Javier Martín, hablando de la actividad económica. La ciudad entera busca, culpables.

Y los ha encontrado. "Sniace ha trabajado para Banesto", afirma José María Colio, de UGT, presidente del comité de empresa. "El banco se ha llevado como entidad financiera, en intereses, lo que no se ha llevado como accionista". Las tres oficinas que el banco mantiene en Torrelavega llevan inscritos en sus muros duras acusaciones, que también alcanzan a su presidente, Mario Conde. Además, cristales rotos, cajeros automáticos reventados. En total, más de 10 millones en reparaciones desde que comenzaron los ataques.

Algunos clientes del banco han retirado sus cuentas. Otros las mantienen prácticamente congeladas: tienen miedo de entrar en sus oficinas. "Ojalá quemen la sucursal". Un directivo de la sede principal de Torrelavega opina que ésta sería la única solución: "Que la quemen y se queden tranquilos".

La Corporación Industrial Banesto defiende la salida de Sniace "por responsabilidad frente al accionista del banco". Un portavoz oficial añade: "No se puede obligar a nadie a mantener para siempre una decisión inicial. Hemos intenta do salvar la empresa buscando su viabilidad industrial". La decisión inicial se remonta a la fundación de Sniace, el 1 de diciembre de 1939. Con 50.000 pesetas de las de entonces, Banesto consigue el 25% del capital social. "La entrada en Sniace responde a la tradición empresarial del banco", según la propia entidad. En cualquier caso, 300 presos republicanos, trabajando durante cinco años para construir la fábrica, también aportaron su grano de arena. Lo cuenta Serafín, que entonces entró en Sniace, con 14 anos, y ahora, 50 años después, asiste a lo que parece el final de un trayecto. "La vi nacer y ahora la veré cerrar", dice desde detrás de la verja que le encierra.

Quien también recuerda a los presos republicanos que construyeron Sniace es el actual alcalde de Torrelavega, José Gutiérrez Portilla, presidente del PSOE en Cantabria. Su padre fue uno de ellos. "El culpable de que Sniace no pueda competir, por obsoleta, es claramente Banesto, con Mario Conde a la cabeza".

Adiós futuro industrial

El sueño de Torrelavega como ciudad industrial comienza a resquebrajarse. El alcalde dice en voz alta lo que muchos comienzan a pensar: "Torrelavega no tiene un futuro industrial". El ayuntamiento cuenta con abrir próximamente un hospital y un campus universitario, para ser "una ciudad de servicios". Pero un hospital o una universidad no parece que puedan absorber la cantidad de parados que Torrelavega está produciendo. Sólo en 1992, 855, un aumento del 14%, 10 veces más que en toda España. "Se están quedando muchos por el camino", dice Víctor Martín, presidente de la Cámara de Comercio.Tomás Luengo tiene 55 años y es de los que aún luchan desesperadamente por no quedarse por el camino. Los 14 empleados de su empresa, Talleres Mican, realizaban encargos para Sniace. "La crisis de Sniace se ha convertido en la mía", afirma Luengo mirando a los nueve trabajadores a los que ahora da empleo. A los otros cinco tuvo que echarlos. Y cerrar una de las dos naves. Y vender maquinaria. Y, lo que es peor, empeñar su vivienda para salir adelante. "Esto aún no lo saben ni mi mujer ni mis hijos afirma con voz temblorosa.

De las 16 pequeñas fábricas como la de Luengo que había hasta hace poco en Requejada, a pocos kilómetros de Torrelavega, ahora sólo quedan 11. La progresión, despiadada, resulta comprensible. Los libros de Sniace muestran que realizaba encargos a 70 talleres de la zona por casi mil millones al año. De momento, Asturiana de Zinc, Solvay o Armando Álvarez siguen sustentando la pequeña industria local.

Mientras, las mujeres de los trabajadores encerrados les visitan a mediodía para llevarles la comida. Llegan caminando desde la ciudad tras atravesar el río Besaya, cubierto de una espesa capa aceitosa, tremendamente contaminado: espejo del falso progreso pasado y de la miseria presente. Exigen un plan de viabilidad. En Madrid, mientras, las acciones de Sniace siguen vendiéndose en la Bolsa. Sus trabajadores, que luchan para reanudar la producción, no lo entienden. Pero se venden. A 49 pesetas.

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