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Olimpiadas de otoño

Más de 4.000 ancianos reciben clases de gimnasia en los polideportivos municipales

Tienen más de 65 años, pero ni las canas ni la artrosis les relegan al sillón. Un reciente estudio europeo (véase EL PAÍS del 21 de enero) señala que tres de cada cinco ancianos españoles realizan algún ejercicio físico. En Madrid, más de 4.000 ancianos invierten parte de su abundante tiempo libre en las clases de gimnasia y natación que ofrece el Ayuntamiento en 22 de sus instalaciones deportivas. Los profesores se deshacen en elogios con estos frágiles alumnos y de cuando en cuando les premian amenizando sus clases con música de zarzuela o sevillanas.

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En estos cursos, los mayores no sólo mejoran su condición física. Hacen amigos, se divierten y aprenden a conocer su cuerpo sin que se resientan sus ahorros, porque los cursos -1.000 pesetas al año- resultan baratos. El problema fundamental es que los que viven en los distritos de Salamanca y Chamberí, que junto con el de Centro son los que tienen mayor porcentaje de población de la tercera edad, no tienen ninguna instalación deportiva municipal cerca de su casa.

Pedro es el más viejo de su grupo (40 personas). A sus 81 años no se deja arredrar por las burlas de sus amigos. "Se ríen de mí y dicen que ya se me ha pasado el turno para hacer pi ruetas", comenta Pedro. Él no se resigna a tener el mus como único deporte y acude tres veces a la semana a las clases de gimnasia que imparten en el polideportivo del barrio de la Concepción. Además, algunas tardes falta a la tertulia y se va a la piscina por su cuenta. Como todos los jubilados, Pe dro paga 400 pesetas por el bono de 20 baños. Aunque el ejercicio no logra eliminar su hipertensión arterial, consigue mantener a raya la artrosis que acosa a sus rodillas.

Como Pedro, 3.400 del casi medio millón de ancianos que viven en la capital vencen la pe reza en las 22 instalaciones municipales que ofrecen educación física para la tercera edad. La mayoría no había hecho deporte durante su vida laboral y al principio les cuesta un poco doblar el espinazo. Pero los que llevan años en las clases de gimnasia para adultos se niegan a rebajar el nivel al cumplir los fatídicos 65. Consideran que es aflojar la marcha antes de tiemo.

Otros 900 sumergen sus cuerpos ya cansados en las piscinas bajo la mirada de un monitor. Una de las alumnas, Emilia, de 68 años, se muestra orgullosa de haber aprendido a nadar en la vejez. "Al principio", confiesa, "tenía pánico al agua. Pero un día mi profesor me tiró a la piscina y ya se me pasó el miedo". Ahora Emilia despierta la envidia de su hija cuarentona cuando en la playa juguetea entre las olas. "¡Quién me iba a decir a mí que iba a aprender a nadar antes que mi hija!"'.

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Sus profesores están encantados con estos alumnos. Ninguno de ellos batirá marcas mundiales, pero son extraordinariamente agradecidos y no suelen faltar a clase sin motivó. "Siempre tienen detalles con nosotros", cuenta África Polo, una de estas profesoras. "En Reyes nos hacen algún regalo, se interesan por la salud de nuestras familias... No hacen grandes progresos, pero para ellos mejorar un poco su movilidad ya es un gran éxito".

Los muchos años no perdonan y cada alumno tiene una serie de achaques que hay que tener en cuenta. Los ejercicios que realizan son muy suaves y el riesgo de lesión es mínimo, aunque la osadía de alguno de ellos puede dar sustos. África todavía recuerda cómo hace un par de años una abuela se atrevió a subir hasta lo más alto de las espalderas y se cayó. No se rompió nada, pero ahora África tiene cuidado de que nadie haga alpinismo en el gimnasio.

Agustín y Segundo, de 68 y 70 años, respectivamente, tienen todavía unas piernas de anuncio. Abandonaron el deporte cuando dejaron atrás la adolescencia, pero volvieron a él después de jubilarse. "Odio hacer dietas; con la gimnasia rebajo barriga y puedo comer lo que me da la gana", dice Agustín. "Además. tenemos 24 horas al día libres y hay que estar ocupado", concluye.

Aunque Agustín considera que el Ayuntamiento les trata bastante bien, no le parece justo que hayan subido las tasas de los polideportivos. "A nosotros no nos afecta mucho. Pagaremos 1.000 pesetas al año en vez de 700. Pero para los demás la subida es excesiva".

Con las chicas de la clase tienen buena relación, pero las tratan con cierto pudor. No, no se forman parejas en el polideportivo: "Aquí casi todos estamos casados. Y ese tipo de deportes", explica un deportista con resignación, "ya no son para nosotros".

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