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La indecisión de Major provoca la caída de la esterlina y la irritación de los demás paises comunitarios

Enric González

La libra esterlina fue ayer un fiel reflejo de la política económica británica: cayó vertiginosamente, subió un poco y cerró la jornada en una situación de incertidumbre. Los mercados estaban confusos respecto a la estrategia monetaria de Londres; las demás capitales comunitarias estaban, además de confusas, irritadas. En Downing Street, mientras tanto, se consideraba la posibilidad de que su estrategia de crecimiento a la americana (tipos de interés por los suelos y devaluación salvaje) no fuera tan eficaz como les había parecido. El Tesoro intentó calmar los mercados con la promesa de que no habría nuevos abaratamientos en el precio del dinero.Desde que el Reino Unido abandonó el Sistema Monetario Europeo, en septiembre pasado, no se había vivido una jornada tan difícil para los jefes de la economía británica. En Dublín se culpaba a Downing Street, al menos parcialmente, de la devaluación irlandesa. El ministro de Finanzas francés, Michel Sapin, afirmó a su vez que "el Reino Unido no tiene derecho a desarrollar una política basada en el sálvese quien pueda, y yo el primero; especialmente, cuando tal política no funciona".

La semana pasada las cosas

estaban relativamente claras. El primer ministro, John Major, lo apostaba todo a la carta del crecimiento económico. Los tipos de interés descendieron del 7% al 6% anual y desde Downing Street se insinuaron nuevos des censos. El viernes, los analistas de Salomon Brothers publica ban su folleto semanal sobre la libra con un titular inequívoco: Rumbo a un tipo del 5%. Los mercados descontaban ya el descenso.

El mismo viernes, la libra esterlina marcó mínimos históricos frente al marco. Con la divisa británica fuera del SME no se trataba de especulación sino de puro sentido común: entre invertir en el sólido marco, con tipos de interés de dos dígitos, o en la decaída libra, con una remuneración muy inferior, no cabía la menor duda.

El Banco de Inglaterra hizo notar su preocupación por la salud de la moneda al canciller del Exchequer, Norman Lamont, quien la transmitió al primer ministro. John Major parecía aún dispuesto a forzar el fin de la recesión, aun al coste de hundir la libra. Las sucesivas devaluaciones de la moneda, tras el miércoles negro de septiembre, ofrecían "una oportunidad de oro a los exportadores", afirmó.

Mentís de Major

Pero el domingo cambiaron las cosas. El dominical The Sunday Times reveló que Major pensaba reducir los tipos de interés hasta el 4%, y que la política económica estaba completamente en manos- del primer ministro. En el Banco de Inglaterra se echaron las manos a la cabeza. En Dublín, mientras tanto, se culpaba a los británicos (con quienes Irlanda mantiene el 40% de su comercio) de hundir el punt irlandés con su insolidaria estrategia monetaria. A mediodía del domingo, el propio primer ministro (y no el canciller) desmintió que los tipos fueran a bajar.

La reacción de los mercados fue la previsible: en las capitales asiáticas, las primeras en abrir, a la negativa se le dio una doble interpretación: primero, los tipos iban a bajar de todos modos; segundo, el Gobierno británico seguía sin tener las ideas mínimamente claras. La libra esterlina cayó más de tres fennings, hasta un nuevo mínimo histórico de 2,358 marcos.

En los mercados europeos, y tras reiteradas promesas del Tesoro británico de que los tipos no serían retocados, la divisa repuntó hasta los 2,377 marcos. Al cierre de ayer en Londres, la devaluación real frente al marco en los últimos nueve meses rozó el 19%.

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