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La tranquilidad de asumir el desenlace

El jefe del servicio de cuidados paliativos del Gregorio Marañón, José María Luque, desbroza los criterios exigibles para ingresar en su unidad, que sólo dispone de 28 camas y que funciona desde hace dos años: "Es necesario que el tumor sea progresivo, intratable y esté perfectamente documentado -con biopsia, y que la enfermedad produzca un sufrimiento del tipo que sea: físico, psíquico o espiritual".

El equipo de cuidados paliativos del Marañón exige también que la esperanza de vida del paciente -de edad no inferior a 16 años- sea superior a los tres días e inferior a los tres meses, y, en teoría, que el paciente pertenezca al área sanitaria de este hospital; "aunque aquí no rechazamos a nadie", subraya Luque. También se exige que las circunstancias del enfermo y la familia aconsejen la hospitalización.

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En la antesala de la muerte hay esperanza

Durante el año 1991 fueron tratados en esta unidad del Gregorio Marañón un total de 500 enfermos, número similar al del año pasado. La estancia media de los pacientes que ingresaron osciló en torno a los 15 días, aunque, evidentemente, algunas se prolongaron algún tiempo más.

En su larga trayectoria profesional dedicada a la oncología, varios enfermos -"hartos de sufrimiento"- han pedido a Luque la eutanasia activa. Pero él no es partidario de este método. "Aquí, cuando por el bienestar del enfermo es preciso, practicamos la pasiva, que huye de los tratamientos agresivos y encamizados y se centra en eliminar el dolor físico, el psíquico y cualquier otro tipo de síntoma; el confort del paciente, la muerte digna, es nuestro objetivo primordial; el buen morir", remacha José María Luque.

El equipo sanitario de esta unidad no oculta a ningún enfermo la extrema gravedad de sus afecciones, e incluso -"con sumo cuidado, eso sí", matiza Luque- le explica que son incurables.

Unidad del dolor

Los cuidados paliativos se diferencian de las unidades del dolor en que éstas "tratan exclusivamente el dolor con medios agresivos", mientras que "los primeros proporcionan una atención integral en todas sus facetas, físicas, psíquicas y espirituales"."Aquí no curamos a nadie; simplemente tratamos de que sus últimos días de vida transcurran con dignidad y sin sufrimiento. Para ello ofrecemos al enfermo, y a su familia, todo el apoyo médico y psicológico que necesiten", apostilla el jefe de esta unidad de cuidados paliativos.

La psicóloga de esta unidad atribuye el halo de tranquilidad que reina entre los enfermos al hecho de que casi todos -incluidos los familiares- han asumido el diagnóstico y el fatal desenlace.

Todas las habitaciones, algunas dobles, disponen de televisión. No obstante, la mayoría de los enfermos se afana más por la realidad -por vivir lo más intensamente posible sus últimos días- que por la ficción televisiva

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