Defender la cultura
Quisiera opinar, en el hueco que a los lectores nos brinda su periódico, que el teatro Alfil, y su Cabaret castizo, representa parte de ese círculo cultural de la villa en el que caben óperas, conciertos, recitales, conferencias y exposiciones, ya que las obras bufas son prueba de talante libre y sentido crítico (léase al Aristófanes de la democracia griega); y si hay que sufrir críticas, que cada palo aguante su vela; que la cultura no estaría completa sin su dosis creativa de sarcasmo y chanza.Yo, provinciana, afirmo que el símbolo del mejor Madrid es ser ciudad abierta, rompeolas. Para distinguirlo hace falta haber experimentado otros aires y respirar este aire fresco y socarrón en tiempos en que pueden enrarecerse los terruños con la búsqueda del propio ombligo localista y pacato. ¿Madrid y los madrileños van a renunciar a su historia de liberalidad y tolerancia?
Pero, al fin y a la postre, el Alfil no ha sido abatido y la ciudadanía ha respondido como en viejos tiempos de crisis. Tal vez sea cosa de volver a las andadas y a las movidas, si Dios no lo remedia o si el señor alcalde nos niega su merced y olvida que su pueblo es ejemplar, abierto, zumbón entrañable, acogedor, generoso, amplio, pero nocheriego.
Madrid continúa con su tradición teatrera en estos tiempos difíciles. Voto porque los cómicos libres consigan salir adelante con fórmulas imaginativas, que incluyan trasnoches, lenguaje fresco, temas reconocibles, escenografía económica, directores de a pie. Y la cercanía del café teatro, la copa o lo que sea. Un teatro cerrado es una puerta cultural que da a la nada, aunque no dé la murga.- Charo Fuentes. .
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.