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Fútbol entre alambradas

Los iraquíes acuden a los estadios como una válvula de escape a sus dramas

Ramón Lobo

ENVIADO ESPECIALIrak no es una potencia del fútbol, pero vive el juego como un escape de la mala vida, esa que raciona los alimentos y dispara los precios; esa que escruta los rincones con mil ojos e impone la ley del silencio para poder sobrevivir. Todo, incluso la guerra, se olvida con el rodar de un balón. Por 10 dinares, el precio de dos depósitos de gasolina, se puede acudir al estadio Al Shaab, de Bagdad, en busca de una ración de ilusión. Allí, en su graderío, se puede hasta gritar con rabia, aunque sólo sea la palabra ¡gol! o el nombre de un crack.

El lunes, en la décima jornada de la segunda vuelta, se enfrentaron Al Zawaraa, que dicen que es el equipo de Sadam, y Al Sallam, un conjunto peleón de media tabla, de esos que dan un disgusto de vez en cuando. El estadio, que registra más de tres cuartos de entrada, unos 30.000 espectadores, está rodeado de decenas de soldados armados, civiles con metralletas y policías a caballo. Numerosas alambradas de espinos protegen las aceras de un enemigo invisible. Parecen trincheras desorientadas.

Dentro, en una pista de tartán marchito al que le faltan calles, se alinean los minusválidos en una primera fila de lujo. Los hay de diversas edades. Parecen una colección de víctimas de todas las guerras: la del Chat el Arab contra Irán, la del Golfo contra todo el mundo, la de las revueltas internas de marzo de 1991, la de todos los días..., que es la que más duele. El público chilla como en todos los estadios: sin mirar. Lo hace porque desgañitarse ahoga la mala leche que produce la impotencia. El marcador simultáneo no funciona y el reloj está parado desde hace una eternidad bajo el nombre del fabricante, una empresa de Budapest. Las gradas se dividen en dos. La del Este apoya a Al Zawaraa; la del Oeste, a Al Sallam, otro equipo de Bagdad. En la primera parte, los dos Irak, el del Este y el del Oeste, tienen oportunidad de júbilo, pues los primeros 45 minutos terminan en empate a uno. Un tempranero gol de Kadum, el número 29 de Al Sallam, fue contrarrestado con habilidad ratonera por Ibrahim Abusd Nadir, el 9 de Al Zawaraa. La numeración de las camisetas es de equipo de la NBA, pero las reglas son de la FIBA.

Incluso las últimas novedades reglamentarias han traspasado el cerco del embargo: los defensas no pueden retrasar el balón al portero. La crisis se nota en los focos que encienden las bombillas contadas, en un césped muerto de sed que imita al del Ramón de Carranza, de Cádiz, y en los pantalones de los equipos, parecen los de un patio de colegio. No hay dos iguales. En el descanso se ponen en marcha los vendedores de pipas solitarias, pues los bombones y caramelos pasaron al olvido; de botes enanos de naranjada caduca... y de café, sobre todo de café. Un árabe de mirada indómita lo ofrece haciendo tintinear dos tazas de porcelana con una sola mano mientras que en la otra porta una cafetera dorada de hojalata. No grita su mercancía, pero todo el mundo le compra.

El encuentro termina con división de opiniones, como en tantas otras ocasiones: pitos y aplausos. El empate a uno, tras una vibrante segunda parte con numerosas oportunidades de gol y algún que otro remate al poste, no satisface a la grada Este" que despide molesta a los suyos. El segundón Al Sallam. ha dado la sorpresa. Al Zawaraa se aleja otro punto de liderato de Jawwiya (el equipo de la Fuerza Aérea). Un dato que a Sadam, sin duda, no le va a gustar.

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