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Una república culpable de regicidio

Sólo el 9% de los franceses apoya 200 años después la ejecución de Luis XVI

De Gaulle, que conocía bien a sus compatriotas, le confesó a comienzos de los años sesenta a Alain Peyrefitte: "He querido hacer una monarquía republicana". Desde entonces, los franceses coronan cada siete años a su presidente y le otorgan poderes superiores a los de cualquier otro líder democrático. Y es que sobre la República Francesa pesa el complejo del regicidio cometido el 21 de enero de 1793 en la actual plaza de la Concorde, de París.Esta semana, el perfil de Luis XVI, Luis Capeto para los revolucionarios, ocupa la portada de los dos principales semanarios franceses: Le Nouvel Observateur y LExpress. En los dos casos el titular es el mismo: '¿Era preciso matar a Luis XVIT. Las encuestas revelan que si los franceses siguen siendo republicanos -apenas un 3% desea el restablecimiento de la monarquía-, también lamentan la muerte del rey. Sólo el 9% hubiera votado a favor de la ejecución.

"El caso Luis XVI", afirma L'Express, "ha dejado extrañas huellas en el inconsciente nacional. Quizá el remordimiento colectivo por aquel regicidio explique la solemnidad protocolaria de las instituciones republicanas, la calurosa acogida que reciben en París las cabezas coronadas y, aún más importante, esa búsqueda de un padre de la patria que constituye la historia contemporánea de Francia.

Si en 1989 Francia celebró con pompa el bicentenario de la toma de la Bastilla, este año esconde oficialmente la cabeza al celebrar el mismo aniversario del periodo de terror republicano que condujo a la guillotina a Luis XVI. Incluso el deseo de un comité privado de colocar en la Concorde miles de velas en la noche del 20 al21 de enero ha sido prohibido al unísono por el Gobierno socialista y el alcalde gaullista de París, Jacques Chirac. El arzobispo de' la capital francesa también se ha negado a permitir que se celebre en Notre Dame una misa de réquiem. El caso Luis XVI molesta porque rompe con muchos estereotipos. El rey no fue un tirano. "Fue el primer soberano que otorgó a los judíos la nacionalidad francesa", dice la baronesa Elie de Rothschild. También fue el primero en emplear la expresión derechos humanos, y el primero en abolir la tortura, y ambás cosas: antes de la revolución. Y todo el mundo le reconoce ahora la condición de hombre culto, promotor de la ciencia, muy religioso, poco mujeriego y enemigo de la violencia.

Durante los últimos dos siglos, los franceses han analizado hasta la saciedad el juicio de Luis XVI. El historiador Jules Michelet y el patriarca socialista Jean Jaurés le declararon culpable. Por el contrario, Albert Camus escribió: "Es un repugnante escándalo presentar como un gran momento de nuestra historia el asesinato público de un hombre débil y bueno". .Los argumentos de sus acusadores abochornan hoy a los republicanos. "No se trata de juzgarle, sino de matarle", rugió Danton. "Hay que vengar la muerte del pueblo mediante la muerte del rey", clamó SaintJust. "Luis debe morir para que viva la patria", afirmó Robespierre. Luis XVI fue ejecutado por el simple hecho de ser rey, una lógica que, dice el historiador Ferenc Feher, "conduce al hitlerismo, para el cual el crimen de un judío es ser judío". Camus sostuvo esa tesis al presentar a Saint-Just como "el teólogo de los modernos totahtarismos laicos".

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