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Mas de la mitad de los repartidores de butano que trabajan en Madrid son extranjeros

Antonio Jiménez Barca

Más de la mitad de los 800 repartidores de butano son extranjeros, en su mayoría inmigrantes llegados del Este. Al menos 150 son polacos, y otros 50 son búlgaros. A continuación se sitúan los magrebíes, pero también hay guineanos y latinoamericanos. Casi todos carecen de permiso de trabajo y de contrato en regla. Pero en esto último no se diferencian de sus colegas españoles. Los repartidores polacos fueron los primeros en llegar; algunos llevan ya dos años en España y hablan correctamente el castellano. Pero su competidor no es el trabajador español, sino el gas ciudad.

"Busqué por todos lados y no encontré a nadie que quisiera venirse conmigo a repartir con el camión. Entonces apareció Andrés. Ya lleva conmigo casi dos años". El dueño del camión de butano propina una afectuosa palmetada en el trabajado hombro de Andrés, a quien en Polonia llamaban Andrzej.Andrés llegó a España cuando tenía 23 años. En Varsovia arrancaba tierra -al volante de una excavadora, pero ganaba poco y decidió probar suerte en España. Pidió asilo, buscó trabajo y lo encontró: subir a los pisos del barrio de Bilbao (Ciudad Lineal) bombonas de butano que pesan 25 kilos. Gana un porcentaje de la facturación que reparte. En invierno, entre 80.000 y 100.000 pesetas al mes. En verano la ganancia desciende preocupantemente, pero aun así le da para vivir.

En Madrid existen nueve distribuidores de butano que cuentan, en total, con unos 400 camiones. Los conductores son todos autónomos, con un contrato mercantil de prestación de servicios que les liga al distribuidor oficial. Casi todos son también propietarios de los camiones que conducen. Junto con el conductor, participan en el reparto del butano uno o dos mozos, dependiendo de la estación. Ningún de ellos tiene contrato de trabajo ni seguridad social. Los extranjeros, además, se encuentran en situación ilegal por carecer del preceptivo permiso de trabajo.

El negocio funciona así: la distribuidora paga al propietario del camión una comisión por bombona vendida, según la zona, y éste paga al mozo otro porcentaje, que varía dependiendo de la buena voluntad del conductor; pero la mayor parte de los ingresos de los repartidores procede de las propinas, sobre todo en Navidad.

Polaco autónomo

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Hendrydk es una excepción dentro del colectivo de trabajadores polacos. Es propietario de un vehículo, tiene permiso de trabajo y emplea a un hermano recién llegado de Varsovia. Otro caso de butanero polaco asentado en su trabajo es el de Wiesek. Fue también de los primeros en llegar, hace dos años, y ahora, con contrato de trabajo, conduce un montacargas en un inmenso almacén de distribución en Vicálvaro.

Wiesek espera la oportunidad de que una zona de reparto quede libre para olvidarse del montacargas y cubrir él mismo la vacante al mando de un camión. "Tengo algo de dinero ahorrado. En cuanto quede libre un territorio me gustaría cogerlo yo". Es técnico economista y vive en el municipio de Alcalá de Henares. A pesar de que no le faltaba trabajo en Polonia, prefirió el butano madrileño. No quiere regresar a su país. Cuando le preguntan si ahora gana más, se limita ahora gana más , se limita a gritar entre sonrisas: "¡Joder!". Habla español lo suficiente como para afirmar que el precio del alquiler del piso que comparte con otros cinco compatriotas es "intolerable".

Pero los repartidores extranjeros, temen más a la progresiva instalación, de la red de gas natural que a la llegada del verano o a las vacaciones de los madrileños. La 'Sustitución de la bombona por el suministro canalizado se ve reflejada en la disminución de los beneficios' de la empresa Repsol Butano, que en 1991 descendieron un 40% respecto al año anterior.

Regresar a Chile

Aunque la mayoría de los repartidores de butano extranjeros procede de países de Europa del Este, también se echan al hombro la bombona inmigrantes de otras nacionalidades. Un joven chileno que trabaja en la zona de la calle de Alcalá confiesa que quiere regresar a Chile "cuanto antes". Ahorra todo lo que puede desde que llegó- a Madrid, hace tres años. Este inmigrante suramericano está convencido de que desde hace unos meses "se trata peor a los extranjeros en España".

Los búlgaros (unos cincuenta) son el segundo grupo más numeroso en el colectivo de repartidores de. bombonas en Madrid. Georgi Valzev, que cubre la zona del barrio de la Concepción, espera conseguir el permiso de trabajo. Su jefe, sin embargo, asegura que no puede contratarle: "No puedo pagarle la cotización a la Seguridad Social". Valzev lleva sólo cuatro meses en España. Su familia se quedó en Bulgaria.

Silencio de color naranja

La relaciones entre el trabajador extranjero y el conductor del camión del butano suelen ser buenas. Sin embargo, se dan casos en los que el trato no es correcto. J. M. es propietario de un vehículo de reparto que emplea a inmigrantes, y asegura que hay conductores "que tratan a los polacos como si fueran negros". Entre bromas, agrega: "Yo no. Yo también soy polaco: nací en Barcelona".El dueño de uno de los camiones que distribuyen bombonas en el barrio de Los Cármenes asegura que en el almacén del que se surte para el reparto "no hay ningún extranjero".

Sin embargo, con él viajan tres hombres pequeños y rubios, con cara asustada y rasgos eslavos. Si se le pregunta al conductor de qué parte de España son sus ayudantes, responde sin titubear: "Son madrileños".

Los atemorizados repartidores no pueden confirmar la versión del conductor, porque ninguno de ellos habla el castellano.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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