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90 solicitantes de asilo y refugio duermen ya en el nuevo albergue de San Blas

El centro de acogida El Parque, habilitado en un pabellón del antiguo colegio Agustín de Foxá, en San Blas, y gestionado por Cruz Roja, es el nuevo albergue para solicitantes de asilo y refugio de la ciudad. Toma así el relevo a los anteriores: el del paseo del Rey, derribado en noviembre, y el de la Casa de Campo, cerrado en estos días. Noventa personas duermen en sus habitaciones desde el 30 de diciembre. El Ayuntamiento rehabilitó este centro para los dominicanos sincasa de Aravaca. Al final se ha destinado al colectivo de refugiados, y sólo una quincena de sus residentes son caribeños.

Todos los alberguistas de E Parque, situado en el número 112 de la calle Valdecanillas son hombres. Según Cruz Roja, "hay muy pocas mujeres solicitantes de asilo y refugio y las parejas y familias son derivadas a pensiones". La mayor parte de los extranjeros que ocupan 90 de las 180 plazas disponibles proceden del África negra. Hay, además, un pequeño grupo de rumanos y una quincena de dominicanos.Sesenta de estos refugiados habitaban desde noviembre en el albergue provisional de la Casa de Campo, donde fueron trasladados tras la demolición del pabellón del paseo del Rey Otros proceden de listas de espera.Sorprende el escaso número de dominicanos. Del medio centenar de caribeños sincasa desalojados en diciembre de varios edificios abandonados de Aravaca, poco más de una docena ha llegado a las antiguas aulas del Agustín de Foxá. El resto paga pisos de alquiler obtenidos mediante un aval de la Comunidad de Madrid. O simplemente han desaparecido debido a su situación irregular o porque han encontrado diferente acomodo.Hasta el 30 de octubre

Cruz Roja prevé firmar un convenio con el Ayuntamiento, propietario del recinto -que también costeó los 40 millones de pesetas de la rehabilitación- para utilizar el antiguo colegio hasta el 30 de octubre.

Unos y otros, dominicanos y africanos, están conformes con las instalaciones. El recinto es confortable y está, cerca de la parada de metro y de varias líneas de autobús. Pero todos echan pestes contra el horario: el local cierra de 9.00 a 18.00 horas, y de 13.00 a 18.00 horas los días festivos. Pueden entrar de 18.00 a 22.00 horas.

Sam Tette, liberiano de 35 anos, explica: "Cada mañana salimos a dar vueltas y a hacer tiempo hasta que llega la hora de regresar, porque la mayoría tenemos prohibido trabajar mientras seamos solicitantes de asilo y refugio".

El grupo de dominicanos cree que para ellos es más fácil hallar empleo que para los africanos. "Salimos y a veces encontramos chapuzas", aseguran. Algunos están haciendo planes para alquilar un piso entre varios. "Ésto sirve para salir del apuro, pero aquí no puedes traer a tu mujer cuando tiene día libre como asistenta y además, estar sujeto a un horario de entrada te limita mucho", concluyen.Leopoldo Pérez, secretario de la Asamblea de Madrid de Cruz Roja, considera que "es mejor que el centro no abra durante todo el día". "Ese tiempo", añade, "se emplea para limpiar el recinto y además queremos que la gente utilice el día para acudir a las clases de español y a los cursos de formación que organizamos, no que se queden horas y horas en el local", afirma. La estancia se limita en principio a un mes, aunque puede prorrogarse.Pérez estima el coste anual del centro en unos 70 millones de pesetas. El presupuesto incluye el mantenimiento y algunos alimentos como leche, galletas, arroz, macarrones y embutidos, que se les ofrecen a los alberguistas. Este dinero procede del Ministerio de Asuntos Sociales, a través del 0,5% del impuesto de la renta de las personas físicas."Tenemos cubiertos los gastos hasta finales de octubre y por eso el convenio con el gobierno municipal está planteado hasta esa fecha, pero luego esperamos ampliarlo sin problemas", explica el secretario de Cruz Roja.

El colegio Agustín de Foxá, de San Blas, permaneció cerrado durante dos años. En ese tiempo grupos de gamberros ocasionaron graves destrozos en su interior. A partir del asesinato de la dominicana Lucrecia Pérez, el pasado 13 de noviembre, las instituciones empezaron a pasarse la pelota para ver quien abordaba la situación del medio centenar de caribeños que ocupaban edificios abandonados de Aravaca.

En medio de este rifirrafe el Ayuntamiento se comprometió a rehabilitar el colegio de San Blas para acoger a los dominicanos. Al final uno de los pabellones del centro ha quedado destinado a los solicitantes de asilo y refugio. En el otro está instalada, desde el 2 de enero, una sección de la zona 4 -noreste- de la Policía Municipal.

Los vecinos 'okupas'

Una familia de okupas formada por un matrimonio de 42 años y sus tres hijas adolescentes son los vecinos más inmediatos de los refugiados del albergue.En Septiembre de 1991, Antonio Barrio y Francisca Flores dieron la patada en la antigua vivienda del conserje del colegio Agustín de Foxá, abandonada tras el cierre del centro escolar.

Su entrada impidió la incursión en la casita de los vándalos que tan a fondo se cebaron en el resto del edificio. Pero su estancia parece tener los días contados. "El concejal del distrito, Isaac Ramos, nos ha dicho que para el 7 o el 8 de enero debemos marcharnos", explica Francisca. "Vamos a resistir porque no tenemos adónde ir, mi marido gana sólo por las chapuzas que hace en las casas, y yo no tengo trabajo", apostilla.

La casa dispone de una cocina, una salita, un baño y tres habitaciones llenas de humedades. Pero tiene cortada el agua y la luz, aunque esta última la obtienen mediante enganches ilegales.

Esta familia llegó a San Blas desde Torrejón de Ardoz. "Mi marido tenía un taller de cerrajería, quebró y nos quedamos sin techo por no poder pagar el alquiler", explica la mujer.

"Vinimos a San Blas porque en este barrio vive nuestra familia y okupamos durante un año una casa de la calle Castillo de Uclés -cerca de su ubicación actual-, nos echaron, dormimos varias noches en el parque y cuando vimos esta casita vacía entramos", añade. Ante la amenaza de desalojo han plantado un cartel en la ventana de su domicilio pidiendo el apoyo del barrio.

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