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Cae el telón de la capitalidad cultural

Javier Casqueiro

La aventura madrileña del 92 también ha concluido. El Consejo de Ministros de Cultura de la Comunidad Europea designó a Madrid como Capital Europea de la Cultura hace cuatro años. Parecía un plazo suficiente para preparar el montaje, pero luego se demostró limitado. Las expectativas de los responsables municipales se quedaron cortas en un año tan emblemático para España. A pasar de todo, los actos de un año de capitalidad cultural se han saldado con 1.270.000 asistentes, según los primeros cálculos de los organizadores.

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Madrid 92 ha terminado. El testigo ha sido recogido ya, aunque tímidamente, por Amberes, la próxima capital cultural de Europa. Nadie aventura todavía conclusiones. Los dirigentes políticos se reservan para más adelante. Los responsables del consorcio montado por la Administración central, la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid para organizar la capitalidad cultural ofrecen unos primeros datos sólo técnicos: 1.270.000 personas han asistido a alguno de los 1.800 actos presentados a lo largo de un año. El presupuesto ha superado los 6.000 millones de pesetas, de los cuales 2.000 se han dedicado a dar publicidad, con poco éxito, al acontecimiento. La estrella de Madrid 92 ha sido la música, que se ha llevado una cuarta parte de los fondos, pero el teatro y las exposiciones han acaparado más público.

1.270.000 espectadores vieron el Madrid 92

El presupuesto del Madrid 92 se quedó cojo; así que los responsables del consorcio organizador renunciaron a crear infraestructuras y prefirieron dedicar el dinero a las actividades culturales.La programación se dividió en seis áreas (artes plásticas, audiovisuales, ciencia, literatura y pensamiento, danza, música y teatro). En general ha sido muy valorada por su calidad: ha habido 25 estrenos mundiales (23 en danza y 12 en teatro) y una decena de obras de encargo. Este exceso ha provocado en algún caso críticas por el evidente elitismo de ciertos actos. En ocasiones, los mismos espectadores han asistido a todo un ciclo.

Los directivos del consorcio no admiten concesiones en cuanto a la calidad del acontecimiento: "La programación ha resultado la más completa de todas las capitales que han existido desde Atenas (1985) hasta Dublín (l99l)". En este sentido rescatan declaraciones del director de la capitalidad cultural de Berlín, Jorg4ngo Weber: "Madrid lo ha hecho muy bien, mejor que París o el mismo Berlín".

Los objetivos marcados por los programadores "para elevar y subrayar el nivel cultural de las actividades habituales de la ciudad y extender su celebración a áreas normalmente desiertas" se aseguran cumplidos sobradamente. Pero esta percepción no la comparte todo el mundo.

Calidad y audiencia

Los políticos de las tres administraciones representadas en el consorcio -Ayuntamiento, Comunidad de Madrid y Ministerio de Cultura- tienen la sensación de que Madrid 92 ha disfrutado de una calidad excepcional, pero de una audiencia mínima. Los ciudadanos, en las encuestas, apenas reconocen haber asistido o identificado algún acto de la capitalidad cultural.

El escaso eco de estas celebraciones en grandes capitales europeas ha llegado también a los máximos responsables de la CE, y ya se ha tomado la decisión de designar, a partir de 1997, ciudades de menor población.

Madrid 92 ha costado más de 6.000 millones de pesetas, la mayor parte procedente de loterías o de presupuestos públicos (con un esfuerzo especial del Ayuntamiento). Un porcentaje menor de aportaciones llegó de los patrocinadores privados y, sobre todo, de empresas públicas.

El coste de los 1.800 actos organizados por el consorcio, sin embargo, no ha alcanzado los 4.000 millones de pesetas (1.561 millones para actuaciones musicales, 428 en exposiciones, 325 para danza, 731 en teatro, 587 en ponencias y conferencias científicas y 297 en proyecciones e iniciativas audiovisuales). El resto ha servido para financiar la administración y gestión del consorcio (1.000 millones). Otro tanto se ha destinado a gastos de publicidad, de promoción y de edición de la revista mensual La Capital.

Esta última cifra es especialmente significativa. Madrid 92 ha pasado demasiado inadvertido a la vista de sus pretensiones iniciales. Los responsables políticos achacan este fallo a una mala estrategia de comunicación.

Los últimos consejos de administración del Consorcio Madrid 92 han sido tensos. Se veía llegar el final, y los políticos responsables -tras un año de discusiones y divergencia de criterios- no querían asumir los resultados de un acontecimiento marcado por el desinterés general. El primer interesado en no aceptar este resultado fue el director del consorcio, Pablo López de Osaba, quien ya hace unos meses declaró que las reyertas políticas no le habían ayudado en su gestión.

López de Osaba casi siempre ha difuminado sus críticas hacia los políticos "en general", pero cuando afina la puntería dirige sus quejas contra el Gobierno central. Sus más recientes manifestaciones en esta línea no han gustado nada, y han provocado que se sellara un pacto de silencio entre los representantes del ministerio, de la Comunidad y del Ayuntamiento. Están a la espera de lo que ocurra a primeros de enero. Si López de Osaba arremete de nuevo contra los políticos, tendrá una respuesta oficial. Si se calla, se aceptará por unanimidad el grandilocuente balance de los fríos datos.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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