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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Empate asimétrico

CONVERGÈNCIA DEMOCRÁTICA de Catalunya (CDC) vive desde su IX Congreso, hace dos largos meses, una situación de crispación y enfrentamiento en la cúpula que no ha amainado tras la reunión del Consejo Nacional celebrada el domingo. Al contrario, se prolongará hasta final de enero, en el mejor de los casos.Conviene distinguir entre los estallidos que llevan a la ruptura fraccional o al inmediato hundimiento y las crisis enquistadas que encierran contradicciones de procelosa digestión. Lo que ocurre en el nacionalismo moderado catalán es eso: una crisis. Hay crisis cuando el viejo esquema periclita y todavía no ha nacido uno nuevo. Hay crisis irresuelta cuando los protagonistas del enfrentamiento no consiguen enhebrar acuerdos estables con el adversario -y, sin embargo, colega-, pero tampoco pueden eliminarlo a bajo coste. Hay crisis cuando apenas es posible ni avanzar ni retroceder, y, en consecuencia, se llega a una situación de tablas prolongadas que paraliza la discusión programática y la vida organizativa.

Las tablas no implican un equilibrio matemático, sino la imposibilidad de avances estratégicos. La última reunión de CDC ilustra que Jordi Pujol -aun teniendo que apelar a una eventual retirada de la presidencia del partido si no se cumplen sus designios- puede vencer en su soterrado pulso con el ex secretario general Miquel Roca; tiene los votos suficientes en la dirección para imponer una ejecutiva purgada de buena parte de sus discrepantes, eso sí, con bastantes votos contrarios. Y tiene un electorado fiel, para cualquier liza autonómica.

Pero no dispone de la unanimidad en el partido, lo que constituye una noticia. Puede conseguirla, eso sí, con carácter condicionado si recompone la pareja con Roca, el único dúo que había atravesado incólume la transición española. ¿Cuáles son los poderes de Roca? El apoyo indiscriminado de un significativo núcleo de dirigentes del partido, la simpatía de un sector más amplio condicionada a que haya cohabitación con el líder y no ruptura, el sostén demostrado de amplios sectores del empresariado y las finanzas, y el prestigio que arrastra por su condición de interlocutor en la política española.

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Si Roca ha logrado en el Consejo Nacional la unanimidad para su postura de dureza con el socio democristiano, Unió -la razón visible de la polémica-, también ha visto mermadas sus bases orgánicas. Quizá haya tiempo para reconducir la crisis si se superan las tendencias a la humillación de los protagonistas. Pero los problemas latentes, que requieren mayor y mejor debate, son más profundos: las distintas sensibilidades sobre la intervención en la política española, las contrapuestas visiones de CDC (como partido, o como movimiento fundido con un líder), los distintos con tenidos ideológicos posibles de un nacionalismo moderno y democrático. Para dilucidar estos problemas no basta la dialéctica de victoria / derrota internas. Se precisa un. diálogo mucho más político.

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