Sortilegios y estrenos

La revista Scherzo, con Ibermúsica y la Fundación Caja de Madrid, ha celebrado su séptimo aniversario presentando a la Orquesta de Cadaqués, dirigida por sir Neville Marriner. Es una formación de plantilla media (unos 40 profesores internacionales), creada a la sombra del festival de uno de los más bellos rincones de España y su calidad, fuera de lo común, fue aplaudida anteanoche con gran entusiasmo.Pudimos escuchar Sortilegis, la última obra, por ahora, de Xavier Montsalvatge, escrita precisamente para la Orquesta de Cadaqués. El conjunto hace una verdadera creación de la obertura del músico de Gerona: ágil, natural, asumida y precisa hasta lograr que los sortilegios pasen del título de la obertura a la concepción y realización de sus intérpretes.

Algo análogo podría decirse de Pulcinella, cuya suite de 1922, revisada en 1947, tuvo en Marriner y sus músicos una interpretación primorosa y con ese toque de ironía que el propio Stravinski consideraba inevitable a la hora de recrear desde nuestro tiempo músicas del pasado, en este caso de Pergoles¡, principalmente. Con ella cerraron su actuación los músicos visitantes en medio de prolongadas ovaciones.

Antes, hicieron una limpia exposición del Concierto en si bemol (K-27) de Mozart, del que fue protagonista la pianista Alba Ventura, barcelonesa, que a sus 15 años escasos muestra dominio y rigor. Siempre es problemático predecir el futuro de artistas tan juveniles como es Alba, pero me parece seguro que ha de ser brillantísimo.

Dos estrenos

Acogidos bajo el manto de la ONE, dos estrenos de autores españoles han subrayado el interés de los últimos conciertos.En el ciclo de cámara, la ONE encomendó al trío Mendelssohn de Rímini Colores mágicos, de Claudio Prieto (Palencia, 1934), que ha, conseguido articular los distintos valores del sonido estrictamente referidos a los medios utilizados.

Siguiendo la serie dedicada a las escuelas vienesas, Aldo Ceccato dirigió a, la ONE el Concierto para violín y la Segunda sinfonía, de Beethoven. Solista estelar del primero fue el italiano Uto Ughi, un auténtico fuera de serie y el titular de la Nacional acertó con una interpretación clara, equilibrada y espirituosa de la sinfonía.

Antes, expuso con toda responsabilidad y buena orientación, Manantial, de Pablo Rivière (Madrid, 1951), compositor de muchos y refinados quilates. Autoexigente y superminucioso, Riviére hace siempre primores a partir de ideas poéticas y a través de un lenguaje que parece simple pero que esconde largos saberes y trabajos.