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Un cuento de hadas con un infeliz final

El cuento de hadas que tuvo su apogeo en julio de 1981 con la boda, en la catedral de San Pablo, de Carlos y Diana, presenciada en la televisión por 500 millones de personas, llegó ayer a su infeliz final y produjo una situación sin precedentes para la monarquía británica.Uno de los momentos más delicados que atravesó la monarquía británica en este siglo fue la abdicación, en 1936, de Eduardo VIII, tío de la reina Isabel II, que fue forzado a renunciar al trono por su insistencia en contraer matrimonio con Wallis Simpson, una mujer norteamericana divorciada. Anteriormente, en 1714, el rey Jorge 1 accedió altrono tras divorciarse de su prima Sofia, a la que encarceló antes de acceder al trono.

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La supervivencia de la monarquía en el pasado no contaba, sin embargo, con el obstáculo adicional de la atención y el eco que los medios de comunicación dan a sus asuntos familiares. La publicidad sobre la vida de lós miembros de la familiar real ha sido posiblemente un factor decisivo en las crisis matrimoniales de los hijos de la reina Isabel, que ha visto la destrucción sucesiva de los matrimonios de sus tres hijos casados.

La princesa Ana contraerá el sábado segundas nupcias con el comandante Timothy Laurence, ex caballerizo de la reina, tras lograr este año el divorcio de su primer marido, el capital Mark Phillips.

La tensión entre los miembros de la familia real se expresa ahora en la negativa manifestada por la reina madre a asistir a la boda de su nieta, porque sus convicciones religiosas le impiden respaldar la boda de una mujer divorciada. Este año también ha sido testigo de la separación de los duques de York. Desde la separación, la duquesa de York, de soltera Sarah Ferguson, ha renunciado a sus compromisos públicos y ha vivido apartada de la familia real y sólo ligeramente vinculada con algunas organizaciones caritativas de las que era patrocinadora antes de la separación.

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