Reforma de la abogacía cuestión de credibilidad
El autor, candidato a decano del Colegio de Abogados de Madrid, propone reformar éste para que sea "una corporación profesionalmente eficaz y socialmente arraigada", que sirva para "recuperar la abogacía como institución fuerte cuya voz se oiga en todos los ámbitos donde ahora se la margina".
Las actuales elecciones a la Junta de Gobierno del Colegio de Abogados de Madrid se plantean con el común denominador de una reforma inaplazable.Tenemos una estructura colegial deficiente e ineficaz que ha vivido de espaldas a la mayor parte de los abogados puesto que de poco o nada servía a sus aspiraciones (recordemos que en las últimas elecciones no votó el 83% de los colegiados). Si a ello añadimos que la abogacía madrileña y española es, sin duda, la más anticuada, normativamente hablando, del mundo occidental, socialmente poco arraigada, insolidaria con sus jóvenes y sus jubilados y poco o nada incardinada con los demás poderes e instituciones que inciden en el mundo del derecho, debemos concluir que o hacemos ahora la reforma o afrontamos un futuro incierto.
Nuestro programa se basa, esencialmente, en la puesta al día de la abogacía desde un punto de vista normativo, la reforma del Colegio hacia una corporación eficaz, profesionalmente hablando, y socialmente arraigada y la recuperación de la abogacía como institución fuerte cuya voz se oiga en todos aquellos ámbitos donde, hasta ahora, se la margina.
Y todas las anteriores reformas las pretendemos realizar en base al principio de solidaridad, especialmente con aquellos sectores tradicionalmente olvidados por nuestro Colegio: los abogados jóvenes, carentes de ayudas en cuanto a formación, orientación profesional y comprensión de sus problemas, y los jubilados, carentes del justo reconocimiento de toda una vida dedicada a la abogacía y que actualmente están equiparados a los denominados "no ejercientes", es decir, aquellos que nunca han sido abogados.
Una institución que no cuida de la formación de sus jóvenes y no dignifica el esfuerzo de sus mayores, es una institución muerta.
Nos oponemos igualmente a la mercantilización de la abogacía, sin perjuicio de entender que los aires de libertad económica son aceptables, pero siempre y cuando se adapten a las particularidades de una profesión que es, ni más ni menos, que instrumento de desarrollo de un derecho constitucional como es el derecho a la defensa.
Ley de la Abogacía
Pedimos, en consecuencia, una Ley de la Abogacía, de clara apoyatura constitucional, que unifique la labor de esta institución, dispersa en diferentes normas legales y con una regulación (Estatuto de la Abogacía) anticuada e insuficiente.
Solamente si todos los abogados somos conscientes de la necesidad de esta reforma y se produce una participación masiva en las próximas elecciones, será posible avanzar hacia esa abogacía preparada, solidaria y capaz de cumplir una función social que, hasta el momento, no ha tenido otra expresión que el denominado "turno de oficio y asistencia al detenido", económicamente mal retribuido y profesionalmente poco apreciado. Naturalmente, hay otras candidaturas que se presentan con ideas similares a las antes expuestas, pero se olvidan de un factor tan importante como es la credibilidad.
Tengo buenos amigos en las dos candidaturas que compiten con la nuestra, y espero seguir teniéndolos, pero ello no es óbice para que sean merecedores de una lícita crítica electoral.
La candidatura del señor Martí, muchos de los cuales parecen haber aprobado las oposiciones a la Junta de Gobierno hace casi 20 años, pues repiten una y otra vez con incomprensible insistencia, ha dispuesto de varios lustros para realizar esta reforma, y ahora nos promete llevarla a cabo.
Diecinueve años en una Junta de Gobierno significan anquilosamiento de ideas, metas y criterios, y, sobre todo, significan falta de credibilidad ante promesas que no se han cumplido en tan largo periodo.
Parece que se sienten eternos propietarios del Colegio, a pesar de que el anterior decano no pensó en ninguno de ellos como su sucesor en el cargo, pero deciden presentar candidatura, y muchos nos preguntamos: ¿por qué? Representan la burocracia y el inmovilismo colegial, sin que el colectivo cuente ya con el contrapeso a tan grises mandatos como era la especialísima figura de don Antonio Pedrol.
Con todos mis respetos, la conversión reformista del señor Martí no es un programa, sino una broma de mal gusto.
Candidatura 'típica'
De otro lado, la candidatura del señor Cremades se presenta como una típica candidatura al Colegio de Abogados de Madrid. Es decir, un grupo de personas que se adhieren a una gran personalidad del derecho para conquistar el gobierno de la abogacía, como quien llega a la meta de su carrera profesional para añadir un nuevo título a su ya apretado y distinguido currículum vitae.
Pero hay tres cosas de la candidatura del señor Cremades que, particularmente, me preocupan: la primera, su fervoroso apoyo a la Ley de Colegios Profesionales, que supone la mercantilización.de nuestra profesión en perjuicio, especialmente, de los abogados más jovenes o con menores medios (que, evidentemente, no es el caso del señor Cremades) y, de otro lado, su renuncia al Consejo General de la Abogacía, cuando es evidente que las reformas más importantes que nuestra profesión requiere deben hacerse a través de dicho Consejo General. Si el señor Cremades va a limitar su actuación al Colegio de Abogados de Madrid, y aun en el caso de que su gestión fuera extraordinaria, llegaríamos a tener un maravilloso Colegio en una penosa abogacía.
En tercer lugar, ¿va a potenciar el señor Cremades la Corte de Arbitraje del Colegio haciendo competencia a la suya propia?
Quizás alguna de mis críticas sean injustas, y pido disculpas si ello es así, pero al mismo tiempo, para aclarar posturas, invito a todos los candidatos a un debate público en el medio de comunicación que ellos elijan y en el día y hora que decidan, porque, además, estos debates fomentarán la necesaria participación masiva de nuestros compañeros.
Con participación se verá la auténtica voluntad de la abogacía madrileña y, lo que es más importante, se diluirá la fuerza de los votos de esos grupos de presión, como los abogados de auditorías que defienden intereses particularistas por encima de los intereses del colectivo de la abogacía y que, como no podía ser de otra manera, apuestan por el tono gris de un Colegio y de una profesión que les garantiza el señor Martí.
Al final vencerá aquel que tenga mayor credibilidad entre los compañeros, pero dicha victoria sólo será legítima si existe una participación mucho más alta que en confrontaciones electorales anteriores.
No podemos mirar atrás mirarnos en el espejo de personalidades irrepetibles, sino afrontar estas primeras elecciones del pospedrolismo con ilusión y confianza. Todos debemos tener la última palabra.
es candidato a decano del Colegio de Abogados de Madrid.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.