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Gil o el triunfo de la banana

El presidente del Atlético de Madrid dirige como alcalde los destinos de las dos Marbellas

A pie de paseo Marítimo, el mar es una mancha plácida y, por contraste, la brigada de obreros, dotada de hormigone y pala mecánica, parece trabajar a mayor velocidad. Avanzan con rapidez en su tarea de pavimentar el paseo. Ancianos rentistas con pantalones cortos se detienen a admirar las faenas. Como tantos otros, adoran a Jesús Gil y Gil: les está dejando su Marbella hecha una gloria. Fuera del reducto de lujo que se extiende hacia el mar, un 10% de la ciudad, existen barrios populares y un cogollo urbano donde la gente vive suspirando ser como los ricos.

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Una ciuad policial

En uno de sus habituales panfletos lanzados a la opinión pública marbellí y distribuidos por bares, estancos y quioscos, el alcalde de la más internacional ciudad del sur hace recuento de las obras que ofrece a la pleitesía popular en esta Navidad: 50 iniciativas resueltas o revueltas, pendientes de sentencias contrarias o. de pleitos, da igual. "Pues yo en mi barrio no he visto ninguna mejor", rebate Martirio de las Heras, delegada local del Partido Popular que fue barrido de la alcaldía cuando el candidato del Grupo Independiente Liberal (GIL) accedió al poder en mayo del 91. "En el centro pone mármol, que estamos perdidos de mármol, parecemos nuevos ricos, pero aquí ha pavimenta o con losetas usadas".Y es que hay dos Marbellas. La que se extiende de la avenida de Ricardo Soriano hacia el mar, un lugar para el lujo y la molicie frecuentado por rentistas, y la que trepa desde el cogollo urbano de la plaza de los Naranjos hasta acabar en barrios populares, infradotados de ambulatorios y calles asfaltadas.

En la primera habita el 10% de la población y, casualmente, es donde ha puesto más mármoles el jefe, aprovechando que quedan cerca los pisos que quiere vender; en la segunda vive el 90% restante: mirando a los ricos, vendiendo y sirviendo a los ricos, queriendo ser como los ricos: "Podría decirse que esta ciudad es muy materialista, porque se formó predominantemente de la emigración que vino a buscarse la vida, y que el único ejemplo que tiene es la gente que está en el lado del lujo", dice Isabel García Marcos, portavoz del PSOE y una de los cuatro concejales socialistas que permanecieron después de que el GIL arrasara con 19 asientos en el municipio, frente a un total de 25 (los otros dos son independientes).

Créditos triplicados

En un reciente informe presentado por el PSOE se da cuenta de que el Ayuntamiento triplicó durante el último semestre de 1991 -primero del mandato de Gilla deuda contraída por créditos, que pasó de 3.600 millones a 10.500 millones. Se informó también de un desvío de 2.300 millones de pesetas de fondos destinados a parques, casa de cultura y otras obras sociales en San Pedro de Alcántara, que Gil ha utilizado para crear un espacio de recreo turístico llamado Banana Beach."El Ayuntamiento se está asfixiando", corrobora Martirio de las Heras, del PP. "Aunque a nosotros, que no tenemos representación municipal, nos es muy dificil meterle mano, pese a lo cual le hemos puesto dos querellas. Lo que hay que hacer es darle cuerda para que se ahorque".

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"Para el PSOE también es muy difícil conseguir información, porque presenta los documentos que quiere. A corto plazo", dice Isabel García Marcos -que en su calidad de concejal ha sufrido la afrenta personal de la grosería de Gil, que ha llegado a mandarla al servicio a llorar y a pedir en un pleno su linchamiento-, "la ley no está hecha para individuos como él".

Así empezó todo: nadie estaba preparado para enfrentarse a un personaje así. Nadie creía que Gil y Gil iba a triunfar, pero este hombre conoce muy bien la naturaleza humana y lo que podría llamarse "el espíritu de la clase media atemorizada". Planteó su discurso de lanzamiento sobre un tema sensible: la seguridad ciudadana. Infló el problema, y una vez conseguido el efecto, le aplicó su policía montada.

Paralelamente, se esmeró en las obras públicas más vistosas y de impacto -viviendas populares con piscina adjudicadas a su libre arbitrio, albergue para drogadictos, las mejoras en el centro-, y a continuación empezó a desbarrar sobre la corrupción: "trincones" es el último epíteto que dedica a los políticos en general y a los periodistas que se le oponen este personaje que fue procesado y condenado haceaños por la muerte de una cuarentena de personas por no haber utilizado los materiales adecuados en la construcción de una urbanización en el pueblo segoviano de Los Ángeles de San Rafael.

Un discurso simple

La corrupción será también su caballo de batalla cuando se presente, a la cabeza del GIL, en las próximas elecciones generales. Según un sondeo del PSOE, puede conseguir dos diputados. A lo peor, más, porque domina el discurso sencillo que es bien recibido en los tiempos de crisis.Ni siquiera ahora, con los marbellíes soliviantados por el desmesurado aumento del impuesto de la basura, que privatizó, como el agua, a cambio de unos cheques que necesitaba, dejando a los, ciudadanos sometidos a las compañías particulares; ni siquiera ahora se acusa, a Gil ideológicamente.

"Aquí se hace resistencia de café", comenta Manuel Lanuza, presidente de la Asociación Marbellí de Pequeños y Medianos Empresarios, quien, personalmente -es propietario de un negocio de marroquinería-, arroja la toalla, por la crisis del comercio y porque "es fisicamente imposible que paguemos los impuestos que nos pide".

A esta entidad, porque se puso crítica, le quitó Gil el local. Es su estilo cuando encuentra oposición; sabe que la gente, cuando le falta una sede, se dispersa. Hizo lo propio con un grupo ecologista, pero con la Asociación de Vecinos Las Albarizas, la más peleona, le salió el tiro por la culata, aunque mandó a la gente con una pala mecánica, sin informes técnicos, según su estilo personal de expropiación: lo hizo con un inglés, lord Avercromby, que un buen día regresó de su país y se quedó sin piscina, y últimamente con Radio Nacional de España, que pudo pararlo, pero aún puede verse el boquete en la fachada.

Otra oposición a Gil, real, no de café, es la que realiza -el Sindicato Unitario Andaluz de Trabajadores, desde la manifestación primera, en la que el flamante alcalde se enfrentó con los propietarios de los bares del puerto deportivo, llamándoles traficantes de droga. Gabriel Lima, dirigente: "Tenemos bastantes demandas puestas, sobre todo con la empresa municipal Construcciones 2000; hemos ganado todas las querellas por despido".

La de Construcciones 2000 es una historia curiosa. "Es una empresa fundada unos días antes de que Gil ganara las elecciones, y que durante cuatro meses tuvo un 10% privado", cuenta Isabel García Marcos. "Se constituyó con un capital de sólo 500.000 pesetas, y durante cuatro meses -luego se municipalizó del todo- recibió la adjudicación directa de obras por valor de 3.000 millones de pesetas".

El 'cipote de Bocanegra'

Aunque muchos se preguntan qué va a pasar con las finanzas municipales, en la superficie manda el lujo. Gil y Gil no ha escatimado medios para que Marbella parezca ostentoria, palabra que usa con facilidad. Una excelente entrada a Puerto Banús, en lo que antes era una explanada infame. Los dos arcos del triunfo, una especie de delirio de los siete enanitos. La parte del paseo Marítimo cercana a sus pisos en venta -Los Cipreses-, una suerte de panteón mussoliniano de mármol con ribetes negros y un mar de parterres. En plena carretera tiene enhiesto un indescifrable artilugio con base de mármol y una especie de cucurucho dorado rematado por una luz, que nadie sabe para qué sirve, obstaculiza el tráfico y se llama La Linterna de Monseñor Bocanegra, aunque el ingenio popular lo ha rebautizado el cipote de Bocanegra. Dispone asimismo de un monolito enano erigido en una cuneta a mayor honra de uno de sus amigos jeques.Los árabes ricos son bien vistos, pero la persecución contra marroquíes y senegaleses es implacable. No quiere negros en el centro. En los últimos tiempos se han acumulado más de cuarenta denuncias por malos tratos, aunque nunca se ha pasado de juicio de faltas a delito. Con una extraña permisividad, la justicia se limita a amonestar.

Marbella vive día y noche bajo el abrumador ectoplasma de una especie de Tachito Somoza con toques de Disneylandia, un alcalde que lleva atuendos paramilitares tropicales y manda pintar de redundancia -azul como el mar y blanco como la luz marbellí de la tarde- todo lo que encuentra en su camino: arcenes, vallas, bancos, puertas, azafatas personales y urbanizaciones.

Todo gira en torno a Gil y Gil. Los periodistas honestos rastrean a diario los agujeros negros de sus finanzas; los leales le adulan también cotidianamente. Gil, que, como Fujimori, llegó al poder por las urnas, tras una desastrosa gestión de sus antecesores, demasiado ocupados por sus intereses personales, paralizados por las mutuas rencillas, no podrá evitar, en lo sucesivo, ser responsable de todo lo que ocurra en Marbella.

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