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Las tragedias silenciosas de África

Catástrofes provocadas por el hombre y la naturaleza colocan al borde de la extinción a 60 millones de personas en el continente negro

La guerra, la sequía y la muerte en Somalia tienen ya su capítulo en los anuarios informativos de 1992. Tras el tirón de orejas que dio el pasado verano el secretario general de la ONU, Butros Gali, al Consejo de Seguridad por su inhibición ante el drama somalí, el mundo volvió los ojos a este país deshecho y dirigió a él todas las iniciativas de ayuda. Pero guerra, sequía y muerte son las dueñas de otros territorios africanos. Sólo en Sudán, Mozambique, Liberia y Etiopía, los enfrentamientos bélicos y la falta de lluvias han llevado a 16 millones de personas al borde de la inanición. Son las tragedias olvidadas.

1981 fue un año muy seco en Etiopía. La lluvia volvió a faltar en 1982. Lo mismo sucedió en 1983. Y En 1984. En marzo de ese, año, el Gobierno etíope solicitó 900.000 toneladas de ayuda alimentaria. Recibió 94.000. En octubre, un equipo de la televisión británica BBC, que hacía escala en Addis Abeba, la capital, aprovechó el retraso de su vuelo para rodar en Wollo, una de las áreas más afectadas. Filmó a niños muriendo de hambre. Las imágenes dieron la vuelta al mundo y los países, angustiados, se volcaron en donaciones.Esta anécdota, recogida por Lloyd Timberlake en su ibro África en crisis, refleja una constante en la realidad de un continente en el que los años de sequía atroz no se diferencian tanto de los "años normales". En Etiopía la inestabilidad política continúa y la supervivencia de cuatro millones de personas depende hoy de la ayuda internacional.

Las hambrunas y la violencia política y tribal no son desastres Tepentinos. "Forman parte de los residuos coloniales, de las estructuras económicas y productivas impuestas por el neocolonialismo, de la militarización derivada de los intereses geoestratégicos de los antiguos bloques", explica Carmelo García, director del Instituto de Estudios Políticos para América. Latina y África (IEPALA).

El continente está plagado de países en situación límite. Uno de los casos más significativos es el de Sudán. La guerra entre la élite árabe-musulmana del norte y las poblaciones negras animistas y cristianas del sur ha sido constante desde la independencia del país en 1956, pero ha cobrado mayor virulencia en los últimos cuatro años. La sharia (ley islámica) se aplica con más rigor que nunca, las ofensivas contra las bases del Ejército Popular de Liberación de Sudán, en el sur, se han recrudecido y -el Gobierno de Jartum lleva a cabo acciones de limpieza étnica, que incluyen deportaciones masivas y esclavitud, contra las comunidades Fur, en el oeste, y Nuba, en el centro del país, según denuncia la organización Africa Watch.

Exterminio de la población

Los combates en el sur han provocado 600.000 muertos desde 1984. Tres millones de personas se han refugiado en los países limítrofes. La sequía amenaza la existencia de otros 8 millones de sudaneses. Mientras tanto, el Gobierno dificulta la llegada de la ayuda humanitaria a las zonas en combate. En octubre, dos trabajadores de Unicef y dos periodistas murieron tiroteados. Para la organización Médicos Sin Fronteras, la población sudanesa "está en vías de exterminio".

Los 15 millones y medio de mozambiqueños, que han vivido en guerra durante los últimos 30 años, tampoco se libran del desastre. El Frente de Liberación, de Mozambique (Frelimo) ha gobernado el país desde su independencia, en 1975, con el acoso permanente de la Resistencia Nacional de Mozambique (Renamo), guerrilla creada y alimentada por el Gobierno de Suráfrica. La apertura democrática iniciada por el presidente Joaquim Chissano, la firma de un acuerdo de paz en 1991 y los cambios de aires surafricanos han permitido un respiro, pero el país arrastra una herencia de luchas y sequía que ha producido cuatro millones de desplazados, la destrucción de sus infraestructuras y la pérdida del 90% de las cosechas. Este año, el hambre amenaza a una tercera parte de la población.

La guerra civil en Liberia ha provocado 15.000. muertos en los dos últimos años. Casi la mitad de los dos millones y medio de liberianos ha buscado un refugio fuera de sus fronteras. Los enfrentamientos entre las facciones rivales se han extendido a la . vecina Sierra Leona, cuyo Gobierno cayó el pasado mes de abril. Entretanto, las luchas tribales entre hutus y tutsis en Ruanda y Burundi han generado casi tres millones de refugiados cuya vida se balancea en la cuerda floja. En Yibuti, antigua Somalia francesa, los 400.000 habitantes, de los clanes issa y afars, viven inmersos en un enfrentamiento civil que estalló el año pasado. Otros países, como Zaire, Chad, Mali o Angola, viven momentos de inestabilidad.

A los conflictos armados se añade el castigo de la sequía. En 1992, la falta de agua ha causado estragos en el Africa austral, donde la producción alimentaria se ha reducido a la mitad y 18 millones de personas necesitan ayuda de emergencia. En conjunto, la siniestra madeja de violencia y hambre que ahoga al continente ha puesto en jaque la vida de 60 millones de personas.

Helen Johnson-Sirleaf, directora de la Oficina para África del Plan de Naciones Unidas para el Desarrollo cree que "la intervención internacional es razonable". "Los organismos de ayuda se enfrentan a situaciones de guerra y tienen que trabajar en condiciones anormales, arriesgándose mucho. Y lo-1 Gobiernos chocan con los límites de la injerencia en los asuntos internos de estos países, lo que pone las cosas más difíciles", explica. Carmelo García, director de IEPALA, se muestra contundente: "Jugamos con el cinismo y la hipocresía. El poderoso interviene cuando quiere. Ahí está Somalia, por ejemplo, donde Estados Unidos tiene una base de submarinos nucleares en Berbera. Luego se nos llena la boca con la cooperación y las ayudas al desarrollo".

La salida de este umbral de miseria y de guerra no está dentro de Áirica, dice, "sino fuera de ella". En esto coincide con Andrew Sinns, uno de los responsables de la organización británica de cooperación Oxfám. "La solución de la crisis africana pasa por una nueva actitud de los países en desarrollo", afirma. "La renegociación de la deuda externa, un diseño más generoso de la' política comercial y una ayuda planteada en términos de desarrollo real y no de conveniencia política sin duda contribuirían a aliviar la situación".

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