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Tribuna
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Campañas

El Ministerio de Cultura prepara una campaña para que vuelvan a leer quienes perdieron este hábito. Se trata de un loable propósito, porque pocas actividades hay tan enriquecedoras de las mentes y los espíritus como leer libros. Hace muchos años se montó otra campaña con parecidas intenciones, pero fue duramente denostada, pues se basaba en el lema "Un libro ayuda a triunfar", con lo cual atribuía a los libros un pragmatismo bastardo que de ninguna manera les corresponde.También es verdad que en aquellos tiempos las campañas suscitaban recelos y tenían poco efecto. En cambio, en estos tiempos constituyen el recurso preferido de las instituciones ante cualquier problema. Vivimos en el país de las campañas. Aquí hay campañas para todo: la campaña del feminismo, la del preservativo, la del racismo y la xenofobia, la del tabaco; la de ahorrar agua, la de Maastricht, la del embarazo no deseado, la de la masturbación responsable (llámase gallarda), entre otras de parecida necesidad.

Son campañas que asume la sociedad civil mientras duran. Muchos ciudadanos se sienten realizados siguiendo sus consignas, y sucesivamente condenan el machismo, se ponen preservativos, convidan a un gitano, abroncan fumadores, no se duchan, todo ello por su orden, según mande la campaña en vigor.

Ahora estamos en fase de gallarda, y hay quien no para. Aunque parará cuando llegue la campaña del libro, y entonces se pondrá a leer. Son comportamientos compulsivos que no se producirían si las instituciones se precuparan de que la sociedad civil tenga el desarrollo adecuado, madure y piense por su cuenta. Pero es más fácil distraerla con sucedáneos y montar una campaña. Además, una sociedad civil que piensa por su cuenta puede ser peligrosa. Para quien la pretenda manipular, muy peligrosa.

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